Cada semana, la revista BBC Focus resuelve algunas dudas de sus lectores. A continuación, una selección de algunas de las respuestas para los curiosos.
¿Pueden los ruidos afectar el sabor del alcohol?
Sí. Desde hace rato los dueños de los bares saben que cuanto más ruidoso es el ambiente, más tragos venden.
Investigaciones recientes en las que la gente debía puntuar el sabor de las bebidas en distintos ambientes mostraron que no solo uno bebe más porque el barullo hace imposible la conversación, sino que además el alcohol sabe más "dulce" en sitios ruidosos.
Como los seres humanos tenemos una preferencia innata por los dulces, bebemos más.
¿Qué es una ola vagabunda?
Es una ola que mide el doble que la ola más alta en una circunstancia determinada.
Durante siglos se había hablado de estas olas pero no fue hasta 1995 que se demostró su existencia, cuando se registró una ola de 25 metros de alto en el Mar del Norte.
Si un barco se topa con una ola semejante lo más probable es que termine partido en dos, pero es muy posible que nunca se encuentre con ella ya que ocurren muy rara vez.
El hundimiento en 1978 del MS München, atribuido en ese momento al mal tiempo, es el único caso confirmado.
¿Por qué sentimos a veces un timbre en el oído?
Los sonidos muy fuertes -entre los que se incluyen la música, los fuegos artificiales y el que producen algunas máquinas- pueden dañar los receptores sensoriales del oído interno.
Estos receptores son los encargados de transformar el sonido en impulsos neuronales que viajan hasta el cerebro, y los sonidos muy fuertes rompen sus terminaciones.
Estas vuelven a crecer en 24 horas, pero, mientras están averiadas, envían señales falsas al cerebro.
Los acúfenos (como se les llama a los sonidos que oímos en estos casos) pueden también ser el resultado de infecciones en el oído, también de la pérdida gradual de audición causada por el envejecimiento o pueden ser provocados por algunos fármacos.
¿Por qué es tan tentador arrancarse las costras?
Esto es probablemente una manifestación de nuestro instinto por mantenernos aseados.
Los monos, por ejemplo, se examinan constantemente a sí mismos y a los demás para buscar pulgas, suciedad y pequeñas heridas.
Cualquier desviación del contorno normal del cuerpo los lleva a hacer una investigación más detallada.
El dolor leve que sentimos cuando nos arrancamos una costra también hace que liberemos endorfinas, que pueden actuar como una forma de recompensa.
Este hábito, al igual que otros comportamientos para mantenernos limpios, también es una actividad que nos ayuda a distraernos cuando estamos aburridos, estresados o ansiosos.
Aquellos que sufren de TOC (Trastorno obsesivo-compulsivo) tienen dificultad para dejar de arrancarse las costras aunque esto empeore su aspecto o se estén haciendo daño.
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