Corrientes peligrosas rodean la isla Sotobanari, en Japón, que no tiene ni una gota de agua natural, y los pescadores locales rara vez aterrizan allí. Pero Masafumi Nagasaki, de 76 años de edad, ha hecho de esta isla con forma de riñón, ubicada en la prefectura de Okinawa, su casa de retiro. El hombre, devenido ermitaño, ha establecido una sola regla para habitar el paraíso tropical. Se trata de un inusual código de vestimenta: llevar puesto "nada en absoluto". (Texto y fotos: Reuters)
Masafumi Nagasaki cuenta su historia en la tienda que le sirve de dormitorio, en su hogar improvisado en la isla de Sotobanari, donde vive aislado como un ermitaño. "Yo no hago lo que la sociedad me dice, pero sí sigo las reglas del mundo natural. Usted no puede vencer a la naturaleza por lo que sólo tiene que obedecerla", confesó Masafumi.
Nagasaki Masafumi lava sus utensilios de cocina en su hogar improvisado a orillas de la playa. El agua para bañarse y cocinar proviene de la lluvia, atrapada en un rústico sistema de cacerolas.
Se sienta a la mesa hecha de una caja de polietileno para ingerir su almuerzo en la isla de Sotobanari, en la prefectura japonesa de Okinawa. Su alimento básico es pasteles de arroz, que hierve en agua y come cada vez que le da hambre, a veces cuatro o cinco veces al día.
A sus 76 años, Msafumi ha decidido que es así como quiere vivir el resto de su vida, rodeado de naturaleza en un paraíso tropical, y completamente solo.
Masafumi tiene la piel curtida por el sol de dos décadas viviendo al aire libre en la isla. El hombre trabajó brevemente como fotógrafo en su juventud, antes de pasar años en el lado más oscuro de la industria del entretenimiento. Cuando llegó la jubilación, solo quería estar lejos de todo.
"Caminar desnudo en realidad no encaja con la sociedad normal, pero aquí en la isla se siente bien, es como un uniforme", dijo. "Si usted se pone ropa se sentirá completamente fuera de lugar", afirma el ermitaño, quien al principio de habitar la isla vistió sus ropas, pero poco a poco las fue tirando, a medida que la soledad y la naturaleza lo despojaban de su vergüenza.
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