En 1832 el japonés Yamamoto Otokichi tenía tan solo 14 años y no podía ni imaginar que el corto viaje de rutina en el que se iba a embarcar, transportando arroz y porcelana a Tokio, se convertiría en un épico viaje alrededor del mundo tratando de volver a casa.
El barco mercante en el que viajaba fue alcanzado por una tormenta y arrastrado a la deriva por el Océano Pacífico durante 13 meses. Durante ese tiempo, los 14 marineros se alimentaron a duras penas con el arroz que transportaban, agua de lluvia y desalinizada y, ocasionalmente, con algún pescado.
En el invierno de 1833, cuando su barco llegó a la orilla cerca de Cabo Flattery (EUA), sólo tres de los catorce marineros habían sobrevivido. La mayoría de la tripulación había muerto de escorbuto. Otokichi y sus compañeros se encontraron de inmediato con un grupo de indios Makah, cazadores de focas, que saquearon los restos del barco y esclavizaron a los tres desdichados marineros.
La noticia de que los Makah habían tomado a tres "chinos" como esclavos llegó a oídos de John McLoughlin, jefe de la Hudson Bay Company en Fort Vancouver. En junio de 1834, un barco de rescate fue enviado por McLoughlin para tratar de comprar la libertad de los tres hombres, que se consiguió a cambio de unas cuantas mantas de algodón de colores.
Los marineros liberados fueron llevados a Fort Vancouver en julio de 1834. Comenzaron a aprender ingles en la escuela de la fortaleza, y poco a poco fueron adaptándose a algunas costumbres occidentales.
John McLoughlin comenzó a considerar la posibilidad de que podrían ser utilizados para abrir las relaciones comerciales entre Gran Bretaña y Japón, puesto que eran “los primeros japoneses que habían estado en poder de la nación británica”. Así que decidió enviarlos a Londres, convirtiéndose en los primeros japoneses en visitar aquella ciudad.
Nunca antes ningún japonés había caminado por las calles empedradas de Londres, ni puesto los ojos en las maravillas arquitectónicas de la sociedad más cosmopolita y avanzada de su época. Para los tres marineros fue, sin duda, una experiencia impresionante.
Finalmente, el Gobierno británico rechazó la idea de McLoughlin sobre las relaciones comerciales con Japón, y fueron embarcados a bordo de un buque con destino al puerto de Macao.
En Macao, los marineros fueron entregados a Karl Gutzlaff, un misionero alemán que continuó durante un año su formación en inglés, a la vez que aprendía de ellos el idioma japonés, ayudándole a traducir a este idioma varias partes de la Biblia.
La oportunidad de volver a Japón llegó de la mano del exitoso comerciante norteamericano de sedas chinas Charles W. King, que les ofreció llevarles a su país, pensando que ese gesto le conllevaría ventajas comerciales con Japón. A principios de julio de 1837 fueron embarcados en el “Morrison”, y el 30 de julio avistaron la costa de Japón.A lo lejos podían divisar los picos nevados del Monte Fuji.
Sin embargo, y para su sorpresa, fueron recibidos por fuego de cañón, en lo que se conoce aún por los historiadores como “El incidente Morrison” (Japón había estado cerrado a los extranjeros durante casi 200 años y no estaban dispuestos a hacer una excepción con el “Morrison&rdquo
Una bala de cañón alcanzó el casco y el barco se retiró para que King y su tripulación meditaran sobre sus opciones, incluyendo el envío de los japoneses a la costa en un pequeño bote, o intentar desembarcarlos en la noche. Volvieron a intentarlo en Kagoshima, pero volvieron a ser cañoneados.
Finalmente, decidieron que su mejor opción era alejarse para no sufrir más daños y reparar la nave, por lo que volvieron a Macao. Nuestros marineros japoneses estuvieron muy cerca de su tierra natal, pero fueron rechazados: “Recibieron una mala pasada por el cruel destino, sobrevivieron a pesar de todo, pero su propio gobierno, más cruel, les impide regresar a casa"
Fue un momento terriblemente amargo. Tristes, pero resignados a vivir en el exilio, iniciaron una nueva vida en Macao.
A partir de aquí, de los tres marineros solo quedan registros históricos de la vida de Yamamoto Otokichi. Se convirtió en un traductor de gran prestigio, llegando a viajar a Nueva York a bordo del “Morrison”. Durante Las Guerras del Opio, entre China y Gran Bretaña, sirvió como intérprete en las negociaciones al haber aprendido el chino hablado mientras vivía en Macao.
Cambió su nombre a John Matthew Ottoson. Otokichi acompañó a la flota de la Marina Real Británica a través de los mares de Asia, ya que Inglaterra se unió a Turquía en la Guerra de Crimea contra Rusia. Pero su flota llegó al puerto de Nagasaki en 1854, para comprobar si los buques de guerra rusos podrían estar escondiéndose allí.
Aunque Otokichi prometió nunca volver a Japón, no tenía otra opción, y sirvió como intérprete. Durante su corta visita, Otokichi jugó un importantísimo papel en la negociación de la firma del Tratado de Paz y Amistad para abrir el comercio en el puerto de Nagasaki entre Japón, Francia y Gran Bretaña.
Otokichi tuvo la oportunidad de permanecer en su tierra natal, puesto que fue invitado a quedarse en Japón, pero no podía perdonar al gobierno japonés por darle la espalda diecisiete años antes. Tras su decisiva intervención en la firma del Tratado con el Puerto de Nagasaki, le ofrecieron la nacionalidad británica, que aceptó.
También fue generosamente recompensado con una casa colonial en Singapur, donde se estableció. Yamamoto Otokichi ó John Matthew Ottoson, falleció en enero de 1867, poniendo fin a una vida llena de aventuras.
En 2005, tras exhumar e incinerar sus restos, una parte de sus cenizas fueron devueltas a su ciudad natal en Japón... 173 años después de aquella fatídica tormenta.
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