Fukushima, Japón.- Naoto Matsumura de 54 años, es el único habitante que ha quedado en la ciudad de Tomioka, situada junto a la central de Fukushima... y se ha decidido quedar allí para evitar que todos los animales mueran de inanición.
Cuando llegó a trabajar a la Central de Fukushima en 1971, lleno de ilusiones y esperanzado porque podría tener una vida mejor al ganar más dinero, nada le hacía suponer, que sería una de las víctimas de un terremoto y un tsunami, seguido de una gran cantidad de fugas radiactivas procedentes de la central.
Este pequeño gran hombre de 54 años, ha decidido quedarse en la zona, a pesar de saber que acabará contrayendo cáncer en 3 o 4 años, porque pensó que si se marchaba, todos los animales morirían de inanición.
A pesar de que los niveles de radiación en toda la zona superan en cientos de veces el límite aceptable en personas, Naoto ya no lleva el traje de protección ni los guantes, y ha dejado de leer el pequeño medidor de radioactividad, porque dice que se sabe de memoria la cantidad de radiactividad que hay en cada calle, plaza o edificio.
Al principio, cuando empezaron las fugas radiactivas, Naoto pensó en abandonar la zona. Primero evacuó a su mujer y a sus dos hijos, y se quedó para poner a salvo sus propiedades, pero al observar como sus vecinos se iban abandonando a su suerte a sus mascotas, pensó que no podía abandonarles, y ahora dedica su día a ir de casa en casa, cuidando perros, gatos, patos, cerdos, hasta un avestruz que vive en el patio de una escuela de primaria.
Se alimenta de comida en lata comprada por él, y su honestidad, le impide entrar en las casas abandonadas, a coger cosas que le ayudarían a llevar una vida mucho más cómoda, porque piensa que esas cosas no le pertenecen.
La honestidad de este hombre, y su inamovible orden de valores, nos hace pensar en tantos casos de corrupción que estamos leyendo diariamente en la prensa, y nos gustaría saber, que valores les han transmitido a estos hombres que en situaciones límite, se sienten obligados a devolver a las autoridades el dinero que encontraron entre los escombros, a pesar de saber que sus dueños nunca volverán.
Sale de vez en cuando a comprar provisiones, y paga su gasolina, a pesar de estar rodeado de muchos coches abandonados con el depósito lleno, porque siente que no es suyo.
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