Muchos fueron juegos que para los infantes de hoy resultan incomprensibles; otras son frases que se quedaron y marcaron a varias generaciones, aunque para las actuales no tengan ningún sentido.
Para un niño del siglo pasado, era muy simple asociar dos cosas que no tenían nada en común y que dificilmente hubieran hecho una mancuerna perfecta de no haber sido por el ingenio de una mente para la que nunca existen límites. Ahora los niños piensan en otra frecuencia aplicada a gadgets, videojuegos y cosas de una modernidad que tan sólo al nombrarla ya se hizo vieja.
Pero quizás algunos de ustedes recuerden lo sencillo que era ver a estas parejas y saber de inmediato qué debía hacerse. Y si no lo sabes, sorpréndete con lo que antes, no hace mucho tiempo, se hacía con dos objetos disímbolos.
1.- Frutsi + bicicleta = Harley Davidson
No bastaba con tener una bicicleta. Lo importante era dotarla de características superiores que nos hicieran sentir todos unos amos del camino. La evolución era lógica; dos ruedas, pero con más poder. La aspiración entonces era una moto ¿y cómo tener una moto teniendo menos de 10 años? Con un aditamento especial comprado en la tiendita de la esquina: un frutsi. Claro está que primero te lo tomabas. Ya vacío, era cuestión de aplastarlo un poco y acoplarlo a un costado de los rayos en la rueda trasera. El resultado: el sonido de una máquina con muchos caballos de fuerza que entre más pedalearas, más fuerte y veloz se oía. Costo de la implementación: menos de 5 pesos.
2.- Lápiz + cassette = Rebobinador ecológico
Poseer un reproductor de música portátil ya era un lujo. Hacerlo funcionar todo el día implicaba un sufrimiento similar al que ahora se pasa cada vez que uno compra gasolina. Las baterías se convertían en la peor carga económica para el propietario de un walkman. Así que había que encontrar una alternativa en ahorro de energía, misma que fue encontrada en un lápiz o pluma que por casualidad embonaban perfectamente en los orificios de los carretes en los cassettes, de tal forma que el rebobinado de las cintas podía hacerse manual. El resultado: ahorro inmediato y ejercicio de muñeca. Costo de la implementación: cero pesos, las plumas y lápices son material escolar obligatorio.
3.- Diurex + globo = Lanzaobjetos de bolsillo
Debe haber surgido en algún momento de ocio, pero se traducía en momentos de diversión que duraban todo un día y propiciaban la interacción de chiquillos de hasta varias cuadras. Si aún no captas como asociar estos dos objetos, tal vez te sea más fácil si te imaginas juntas la pericia que ahora aplicas con los Angry Birds con la emoción que te da una práctica de gotcha. Es muy sencillo, tomabas el diurex (incluso podía ya no tener cinta adhesiva), guardabas un buen tramo del cinta, abrías la boca del globo y la colocabas alrededor carrete; los sujetabas con la cinta guardada y listo, tenías un lanzaobjetos listo para la batalla. El parque podía ser el suelo mismo, miles de diminutas piedras que viajaban de un lado a otro y que milagrosamente no provocaban más allá de un moretón. Costo de implementación: Menos de 10 pesos o cero, si tomabas por asalto el cajón de tiliches de tu mamá.
4.- Corcholatas + palos = 'Ballesta rústica de alto alcance'
Ahora hay mucha taparrosca, pero antes las corcholatas, que todo mundo llamaba fichas, invadían el suelo nacional por donde quiera que se pisara. Las tiendas y restaurantes llenaban contenedores con ellas y alguien les encontró una función: que fueran municiones de una ballesta hecha con un trío de palos amarrados con ligas y encontrados en cualquier rincón de triques. Pura mecánica y física aplicada, aunque no lo sabíamos en ese entonces. Incluso había emuladores de Da Vinci que con ingenio montaban no sólo una plataforma de tiro, sino hasta cinco al mismo tiempo. Costo de implementación: Cero pesos, el material era puro desperdicio para los demás.
5.- Veinte + teléfono = Comunicación con el mundo
Esto no era un juego, sino una necesidad. Hablar por teléfono ahora es cuestión de meter la mano al bolsillo y entablar una conexión directa. Pero antes eran pocos los que disponían de una línea en casa, por lo que el teléfono de la comunidad era el público de la esquina, si es que se tenía suerte y servía. Para su funcionamiento la tarifa por tres minutos era de 20 centavos de peso. La moneda caía una vez que se lograba establecer la llamada . De ahí que surgiera la frase "Ya te cayó el veinte", que significaba que se había entendido algo de una vez por todas. Curioso, pero hasta colas y muy largas había para poder llamar a alguien; y nunca faltaba el que llegaba cargado de morralla dispuesto a apropiarse por un par de horas de la caseta telefónica. Y no había poder humano que lo moviera.
6.- Bote + Escondite = Inicio de un posible romance
Un simple bote podía provocar que encontrarás a tu primer amor. O que la adolescencia y las hormonas te encontrarán en medio de un juego. Le llamaban 'bote pateado', donde una persona escogida debía correr a recoger una lata que alguien había pateado antes y sin descuidarla, encontrar a todos los participantes que habían huido en busca de escondite. Los más grandes ya corrían en grupos, o preferentemente en parejas, quienes se olvidaban de salvar y ser salvados en algún lugar donde el tiempo desaparecía y la inocencia era una muestra de otras épocas, pues no pasaba más allá de un apretón de manos y un corazón acelerado.
7.- Liga + naranja = Resortera instantánea
No es complicado saber qué pasará si alguien tiene estos dos elementos al unísono, pero es algo que ya no se ve en los niños de hoy. Esta asociación además de todo era nutritiva, pues implicaba que para hacer uso de la liga, uno debía pelar y comerse la naranja. Una vez hecho esto, la cáscara fragmentada en decenas de porciones se convertían en el suplicio de la víctima que hubiera escogido el propietario de la liga, que por alguna extraña razón, siempre contaba con excelente puntería para no darte en una parte vital, pero sí en algún sitio que te hacía retorcerte por un buen rato.
8.- Pecera + Combi = Pesero
Muchos creen que al transporte público colectivo que se ofrecía en las clásicas Combis obtuvo el nombre de 'peseras' porque viajábamos con viles sardinas, con hasta 15 personas al mismo tiempo donde sólo debían entrar 7. Eran ocasiones en que las leyes de la física se rompían y dos cuerpos eran capaces de ocupar un mismo lugar en el espacio. Sin embargo, eran 'peseras' (así con S) por la tarifa establecida de un peso por viaje. Aún a los microbuses se les llega a nombrar así, pero ya por pura tradición. Un niño de hoy, no se explicaría de donde viene la asociación con los peces, que nunca existió.
9.- El disco rayado
En una época donde los iPods son los amos de la música, para un niño de hoy es incompresible e inconcebible el sufrimiento de alguien por ver rayado su acetato favorito. Verlo rayado implicaba haber perdido para siempre el preciado tesoro musical, pues su reproducción era ya imposible, al menos con la fidelidad de antes. Cuando no ganaba ruidos, podía repetir una y otra vez una parte de la canción. De ahí la frase 'pareces disco rayado'.
¿Y tú, de qué cosas te acuerdas que los niños de hoy jamás comprenderían?
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