Un grupo de científicos descubrió una manera de bloquear el mecanismo que provoca la adicción a los opiáceos como la morfina o la heroína.
El opio ha sido utilizado durante siglos y por multitud de pueblos como eficaz calmante contra el dolor.
La capacidad de esta sustancia y sus derivados para provocar sensaciones placenteras está ampliamente corroborada, y el único problema parecería ser eso mismo: que es demasiado buena.
Los opiáceos como la heroína provocan miles de muertes al año por sobredosis y enfermedades derivadas de su uso, y según informes de la ONU millones de personas son adictas a la heroína en todo el mundo.
Ahora un grupo de científicos de las universidades de Adelaida en Australia y Colorado en los Estados Unidos aseguran que la adicción a la heroína y la morfina puede ser bloqueada, conservando sus efectos calmantes.
Bloqueo del efecto de 'recompensa'
Los resultados del estudio científico, que fueron publicados en la revista Journal of Neuroscience, podrían desembocar en la síntesis de una nueva droga para pacientes que sufren de dolores severos, así como ayudar a los heroinómanos a luchar contra el hábito.
"Nuestros estudios señalan que podemos bloquear la adicción a través del sistema inmunitario del cerebro, sin afectar sus otras conexiones", afirma el director del estudio, Mark Hutchinson, en un comunicado de la Universidad de Adelaida.
La clave está en bloquear el mecanismo que provoca que los adictos deseen consumir la sustancia.
"Tanto el sistema nervioso central como el sistema inmunitario juegan un importante papel en la creación de las adicciones, pero nuestros estudios señalan que solo tenemos que bloquear la respuesta inmune del cerebro para acabar con el deseo de opiáceos", añade.
Los adictos a la heroína se cuentan por millones en todo el mundo.
Los resultados del estudio ayudan a entender mejor los mecanismos por los cuales algunas sustancias crean adicciones y otras no.
Una de las autoras, la profesora Linda Watkins, del Centro de Neurociencia de la Universidad de Colorado, señala en el mismo comunicado que "este estudio cambia de forma fundamental nuestra forma de entender los opiáceos, así como los mecanismos de recompensa y de adicción. Durante años hemos sospechado que el TLR4 (un inmuno-receptor) era la clave para bloquear la adicción, pero ahora tenemos la prueba".
Los investigadores han centrado sus esfuerzos en este inmuno-receptor, que al unirse con los opiáceos aumenta sus efectos. La clave está en una sustancia llamada naloxone, que combinada con la morfina podría resultar altamente útil.
"La droga naloxone automáticamente acaba con la adicción", afirma Mark Hutchinson.
Concretamente el naxolone evita la producción de dopamina, la responsable del 'subidón'.
"Acaba con la necesidad de tomar opiáceos y con los comportamientos asociados con la adicción, y la neuroquímica del cerebro cambia. La dopamina, que es químicamente importante para conseguir esa sensación de 'recompensa' de la droga, deja de producirse".
Los investigadores han estado buscando durante años una solución química para la adicción a la heroína, y aunque se han conseguido prometedores resultados al disminuir los efectos de la droga disminuyen también sus efectos calmantes.
La morfina es una de las sustancias más usadas para calmar el dolor.
Los responsables del reciente estudio afirman que este nuevo tratamiento podría empezar a probarse en 18 meses.
Una sustancia centenaria
Los opiáceos han estado relacionados no solo con la medicina sino también con la toma de sustancias para el propio recreo durante cientos de años.
Según los expertos, desde tan pronto como el neolítico se cree que el opio ha sido usado con efectos anestésicos y hasta en celebraciones de rituales.
Después de empezar a consumirse en culturas como la india o la griega, el consumo de opiáceos a nivel mundial, que para el siglo XVII estaba ampliamente extendido, comenzó a regularse a principios del siglo XX.
Poco antes, en 1874, el químico inglés C. R. Alder Wright fue el primero en sintetizar la heroína, después de añadir dos grupos acetilos a una molécula de morfina.
Desde entonces el uso de ambas sustancias se ha extendido en todo el mundo, y aunque han ayudado a aliviar el dolor a millones de personas también han provocado que muchas otras cayeran en una espiral de adicción de la que es muy complicado salir.
Los resultados del nuevo estudio son esperanzadores y podrían provocar importantes cambios a la hora de tratar estas adicciones.
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