Aseguran que el contagio del bostezo está relacionado con la habilidad de compartir e interactuar con las emociones de los demás
México, DF.- ¿Te has dado cuenta de que los bostezos de un familiar son mucho más contagiosos que los de un extraño? Esta curiosidad tiene una explicación.
Según una investigación reciente, esto ocurre porque bostezar es un acto social que muestra el grado de empatía y relación entre las personas.
El estudio "Yawn Contagion and Empathy in Homo Sapiens", publicado en el portal de divulgaciones académicas PLoS ONE, demostró que el contagio del bostezo está relacionado con la habilidad de compartir e interactuar con las emociones de los demás.
"Los humanos, los primates con las redes sociales más complejas, dependen de la habilidad de compartir las emociones de los demás para participar con éxito en las interacciones sociales", dice la investigación publicada este mes.
Este fenómeno, conocido como empatía, depende de mecanismos de percepción-acción, que también están envueltos en el bostezo contagioso.
"La reproducción involuntaria de un comportamiento observado puede surgir en el observador cuando utiliza mecanismos neuronales, que durante la percepción de una acción o una expresión facial activan representaciones compartidas", describe el estudio.
Para llevarlo a cabo, una pareja de investigadores italianos observaron por un año a 109 adultos de Europa, Norteamérica, Asia y África y registraron la duración y la reacción de los demás a los bostezos del grupo.
El estudio arrojó que entre mayor grado de relación entre las personas, en mayor medida se contagiaban los bostezos. Entre menor era la relación entre las personas, éstas tardaban más en bostezar viendo a otro hacerlo.
Por lo tanto, los contagios de bostezos son más frecuentes entre familiares, seguidos por amigos, conocidos, y por último desconocidos.
Los niños empiezan a contagiarse los bostezos desde los 4 ó 5 años, justamente cuando desarrollan la habilidad de identificar las emociones de los demás, señala el estudio.
Por lo mismo, quienes padecen desórdenes de empatía, como el autismo, no son contagiados con los bostezos de los demás.
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