"No puedes hacer el trabajo si muestras emociones o si no eres fuerte mentalmente. Tenía una sola cosa en mi cabeza: Si hago esto, me reducirán la pena", Babul Miah
La vida de Babul Miah es digna del celuloide: como en la película de Berlanga, este bangladesí se convirtió, sin quererlo, en el verdugo más famoso de su país.
La historia comenzó hace más de 22 años, cuando fue encarcelado de por vida por asesinato. Pero el destino le reservaba un cambio de planes: Miah fue puesto en libertad antes de tiempo por colgar a 17 personas mientras estaba en la cárcel, y también por buena conducta.
El verdugo volvió a su pueblo natal de Nagor en el norte de Bangladesh el año pasado, después de pasar 22 años en prisión. Aunque el país tiene a docenas de verdugos, todos convictos formados en la cárcel, Miah es el más famoso.
Ahora intenta reconstruir su vida rodeado de su familia y amigos en un pintoresco pueblo lleno de lagos, arrozales y cañas de bambú. Tenía 17 años cuando fue enviado a prisión, en 1989, por un asesinato que dice no cometió.
"Me convertí en verdugo contra mi voluntad. Durante mi tiempo en la cárcel los funcionarios de prisiones me dijeron que si hacía el trabajo quitarían dos meses de mi sentencia por cada ejecución" cuenta.
"Quería salir de la cárcel lo antes posible, así que acepté la oferta" cuenta.
Nuevo Mundo
Bangladesh es una de los países donde los convictos son todavía ejecutados por ahorcamiento. Más de 400 personas han sido ejecutadas desde la independencia del país de Pakistán en 1971, y oficiales aseguran que más de 1.000 prisioneros están actualmente en el corredor de la muerte.
Para Miah, su liberación tras dos décadas de encierro fue como un renacimiento. "Estaba muy contento tras mi liberación. Cuando llegué a Dhaka, se me apareció como un nuevo mundo. La ciudad había cambiado por completo".
"La llegada a mi pueblo fue muy distinta. Hubo mucha gente a la que no pude reconocer, y quienes no me reconocieron a mi" contó Miah.
Poco después de su regreso se casó con una chica de la zona, Mussammat Kobita Akhter. La pareja espera un bebé. Sin trabajo estable, Miah se gana la vida trabajando en la granja de su hermano, cuidando el ganado.
A veces también trabaja como peón en pueblos cercanos, por lo que gana unos U$70 dólares mensuales.
"Mucha gente me prometió que me darían un trabajo o dinero para empezar un negocio, pero nada se materializó. El costo de la vida ha aumentado tremendamente en los últimos 20 años".
La nueva vida del verdugo se desarrolla en este apacible pueblo de Bangladesh, "No estoy seguro de cómo voy a mantener a mi familia con mis escasos ingresos" dijo Miah.
Su mujer declaró que inicialmente tenía miedo de convivir con alguien que había colgado a tanta gente. "Me sentí triste cuando escuché sobre su pasado y sobre toda la gente a la que había ejecutado en prisión. Al principio tuve miedo, pero después me di cuenta de que era inocente y que simplemente hacía su trabajo", aseguró Akhter.
"Ahora habla mucho sobre nuestro futuro. Quiere dar a nuestros hijos una buena educación para que no tengan las dificultades con las que se enfrentó él", añadió.
Fortaleza mental
Miha aprendió el oficio de verdugo en la cárcel, donde tienen incluso cursos destinados a ello. Allí le enseñaron cómo preparar el patíbulo y la horca.
"Estaba triste cuando colgué al primer condenado, pero luego pensé que no tenía nada que ver conmigo: la corte había rechazado sus recursos", señala Miah.
"No puedes hacer el trabajo si muestras emociones o si no eres fuerte mentalmente. Tenía una sola cosa en mi cabeza: Si hago esto, me reducirán la pena" declara Miah.
El ex verdugo asegura no haber flaqueado nunca en sus doce años al servicio de la pena capital en su país. Incluso un año después de su puesta en libertad puede realizar un vivo relato del procedimiento.
"Una vez que el prisionero estaba en el patíbulo, uno de nosotros le ponía la soga alrededor del cuello. En este momento el convicto solía estremecerse de miedo."
"Entonces esperaba una señal de mi superior" recuerda.
"Cuando el reloj daba un minuto pasadas las doce de la noche, el funcionario a cargo dejaba caer un pañuelo rojo de su mano como señal, y entonces yo tiraba de la palanca".
"Las tablas de madera se abrían y el prisionero quedaba colgado. Un doctor lo examinaba y declaraba la muerte unos 15 minutos después."
En el ojo público
A pesar de que se arrepiente de todos los ahorcamientos, Miah está orgulloso de uno de ellos. En enero de 2010 le encargaron colgar a los asesinos del padre de la patria, Sheikh Mujibur Rahman.
Miah ejecutó a cinco antiguos oficiales del ejército por su implicación en el asesinato del ex presidente en 1975. "Aquel día tenía muchas ganas de hacer mi trabajo y colgarlos ya que habían acabado con uno de los grandes líderes de nuestro país. Los colgué a todos", recuerda.
"Si los condenados hubiesen sido cien, los habría colgado a todos, sin titubear."
El ahorcamiento de los oficiales generó interés en todo el país y el señor Miah se convirtió en celebridad de la noche a la mañana después de que un diario local publicase su fotografía.
Un canal de televisión privado intentó incluso hacer un programa basado en sus experiencias carcelarias.
Miah asegura que la vida en una cárcel de Bangladesh es algo cercano al infierno. El hacinamiento y la falta de atención sanitaria son un gran problema, y muchos reclusos sufren enfermedades de la piel.
Unas prisiones superpobladas
Las 67 prisiones del país albergan a unos 75.000 presidiarios, al menos tres veces su capacidad. Activistas señalaron que las instalaciones son antihigiénicas, sucias y a veces violentas.
"La gente que vive afuera no sabe las condiciones a las que estamos sometidos. Solíamos pelear por agua limpia" señala.
"Hay violencia, droga y homosexualidad. Pero la situación ha mejorado un poco en los últimos años." Aún así, el ex verdugo asegura que no le desearía la cárcel ni a su peor enemigo, y quiere olvidarse cuanto antes de su vida entre rejas.
Pero esta experiencia le está sirviendo en su nueva vida en el pueblo.
"Cada vez que hay una discusión o un enfrentamiento, intento ayudar a que se llegue un acuerdo. La mayoría apenas conoce la ley" afirma.
"Les digo: 'Miradme, una discusión similar me metió a mi en la cárcel y solo pude salir tras 22 años. ¿Quieres que te pase a ti lo mismo?' Entonces es cuando se sientan a charlar."