Karla Flores estaba en una calle de Culiacán vendiendo mariscos cuando la ojiva de una granada de fragmentación se incrustó en su cara; por más de 11 horas estuvo en peligro de explotar
México, DF.- Ella se describe como una mujer tranquila, que estudió hasta la secundaria, esposa de un hombre que trabaja en el campo, madre de tres hijos , y que estuvo en riesgo de morir asfixiada por la ojiva de una granada de fragmentación que surgió de un lanzagranadas y se incrustó en su rostro.
La ojiva de la granada permaneció en el lado derecho de su cara por más de 11 horas, con el riesgo de explotar.
Además de la fractura de su mandíbula y maxilar derecho; de una cicatriz que le cruza el rostro; las graves quemaduras de su piel; el dolor de cabeza constante y la pérdida de sus dientes, hoy Karla siente pánico de salir a la calle y dice que se esconde cada vez que ve a un policía. Los evita.
Tuvo que dejar de trabajar. El lado derecho de su rostro está aún desfigurado, y deberá someterse a múltiples cirugías plásticas antes de lograr recuperar lo que alguna vez fue un rostro armonioso, e inclusive bello, según describe Luis Soto, el cirujano plástico que en su momento la intervino.
Hasta ahora la Procuraduría General de Justicia no ha ofrecido ningún avance concreto de este caso que inició el sábado 6 de agosto al mediodía: una mujer avanza por una calle de Culiacán. Vende mariscos a la salida de esa entidad. La temperatura es de 43 grados a la sombra. Lleva un sombrero. Se llama Karla Flores y tiene 32 años.
Los sábados, su esposo trabaja en el campo y no regresa sino hasta la noche. Ella tiene un celular por cualquier emergencia que ocurriera con sus niños. Un hombre la llama, pide mariscos y ella lo atiende. El hombre paga y se va. Karla avanza algunos metros por la calle y escucha una gran explosión. Gira el rostro, siente un brutal impacto. La cara le arde. Piensa que se trata de una piedra que le aventaron. Su sombrero vuela.
Cae al suelo. Se toca el rostro y siente un agujero en el lado derecho de su cara. Intenta, como puede, contener la sangre. Se desmaya. Al rato recobra el conocimiento. El ruido de la explosión y los gritos que se generan a su alrededor hacen que el hombre baje de su auto para auxiliarla.
La sube al coche y la traslada al Hospital General de Culiacán. En el camino, él pide el teléfono de un familiar. Karla semiconsciente proporciona el número de su madre. Llegan al Hospital General de Culiacán. El hombre anónimo se retira. Al rato llega Dulce, la hermana de Karla. Dulce Flores es enfermera. Ni Karla ni ningún otro miembro de su familia vuelven a saber del hombre que la condujo al hospital (primer héroe de esta historia), asegura Karla.
La bitácora del terror
Es la una de la tarde: Karla ingresa a Urgencias del Hospital General de Culiacán. Entra a rayos X. Aquí se determina que la paciente tiene incrustado un artefacto en la cara (aún no se sabe de qué tipo).
A las 14:00 horas, una tomografía confirma que la paciente tiene incrustado un artefacto extraño, tipo proyectil, en el lado derecho del rostro. Es necesario llamar al Ministerio Público. Este último, y los peritos, indican que se debe recurrir a personal de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), pues se determina que el artefacto en la faz de la paciente es una esquirla de granada que, en caso de explotar, impactará en un radio de 10 metros y acabará con la vida de los que estén en el lugar. El urólogo Gustavo Gaxiola Meza, director del Hospital General de Culiacán, pide el apoyo de la Sedena y sugiere que la paciente sea referida al Hospital Militar de Mazatlán.
Mientras tanto, a las 16:00 horas, Karla Flores es trasladada a una zona especial, lejos de los demás pacientes que permanecen en el área de urgencias. Ella no puede cerrar la boca. Su hermana aspira continuamente los fluidos -entre sangre y saliva- que aumentan. La asiste a cada segundo, pues sabe, por su entrenamiento médico, que Karla podría ahogarse por la excesiva sangre que brota de su herida. En este momento, su hermana ya sabe que Karla tiene un proyectil que puede explotar en cualquier momento (Dulce Flores es el nombre del segundo héroe de esta historia), asegura Karla.
A las 18:20 horas, un militar de la Sedena, experto en explosivos, ingresa al Hospital General de Culiacán y analiza las tomografías. Al conocer la gravedad del asunto pide refuerzos. Varios soldados rodean el lugar. El teniente Garza determina que se trata de una ojiva que salió de un fusil lanzagranadas y que puede explotar. El doctor Gaxiola se reúne con el experto en explosivos, que pide se consiga "a un médico valiente para poder intervenir a la paciente bajo extremas condiciones de riesgo".
El doctor Gaxiola Meza consulta a su personal médico y respeta la decisión de algunos de ellos que deciden no intervenir en la cirugía, pues a su decir, "ningún médico está obligado a operar bajo dichas circunstancias, ya que están en su derecho de trabajar en las mejores condiciones posibles de seguridad y equipamiento que no pongan en riesgo su vida".
La doctora Norma Lidia Soto Valle, médico cirujano por la UNAM, y especialista en pacientes politraumatizados, sale de su casa a la guardia del Hospital General de Culiacán que inicia a las ocho de la noche.
En el camino recibe una llamada telefónica del residente de cirugía, quien informa que una paciente tiene un proyectil impactado en la cara que al parecer es la ojiva de una granada.
Al llegar al hospital, la doctora se percata de una movilización de militares. Revisa a la paciente. Ve la gran herida circular en su mejilla. Revisa la tomografía. La paciente tiene la mandíbula y el maxilar rotos. No puede hablar. Sólo responde sí o no con la mano.
La médico cirujano le indica que no haga ningún movimiento con la cabeza, pues se confirma que el cilindro explosivo que tiene en el rostro puede explotar. En los pasillos del nosocomio comienza a correr el rumor de que hay una mujer-bomba en el lugar.
A las 20:00 horas se determina que la paciente sea intervenida cuanto antes, pues aumenta su dificultad para respirar. Karla pide a su hermana que le pase una hoja y una pluma para escribir: "Hermana no puedo respirar. Me estoy ahogando".
Entonces el doctor José Alonso Betancourt; Felipe Ortiz Silva y Cristina Soto, ambos residentes de anestesiología, y el enfermero Rodrigo Arredondo Heras deciden entrar al quirófano junto con Norma Lidia Soto para intervenir a Karla. También ingresarían dos militares para orientar a los médicos cómo mover el artefacto.
El doctor Gaxiola pidió a los militares que también ingresaran a la intervención quirúrgica de Karla con tal de empatar las valentías de los cirujanos y el personal militar, quien accedió, indicando que se utilizaran trajes antibombas durante la cirugía.
Ante la opinión del equipo médico de que resultaría imposible movilizarse en el quirófano con esos trajes antibomba, todos deciden que operarán sin ellos. "Argumentan que se trata de un acto de solidaridad entre todos", refiere Miguel Alonso Rivera, director de Comunicación Social, de la Secretaría de Desarrollo Social y Humano de Sinaloa.
Dos militares ingresan al quirófano: uno, para dar las indicaciones de cómo extraer el explosivo, y otro, para recoger con pinzas el artefacto. El rostro de Karla tuvo que ser abierto en su totalidad. "A cielo abierto", como refiere el cirujano plástico Luis Soto.
Antes de la intervención la doctora Norma Lidia Soto habla por teléfono con dos amigos médicos y los consulta sobre los dilemas éticos de intervenir o no a la paciente con las condiciones de riesgo descritas, y finalmente decide que lo hará.
El doctor Betancourt se comunica con su esposa. Le dice que la quiere. Le informa que entrará a quirófano. Agrega que se enfrentará a la cirugía más difícil que haya practicado y no da mayores detalles. El enfermero Rodrigo Arredondo también habla con su esposa y sus hijos antes de intervenir. Los médicos Cristina Soto y Felipe Ortiz hacen lo propio con sus seres queridos. Saben que de algún modo podría ser su última cirugía, pero reconocen y saben también que es su deber enfrentarla.
Intervención exitosa
A las 23:30 horas, ya en quirófano, se realiza una traqueotomía (un procedimiento quirúrgico para crear una abertura dentro de la tráquea a través de una incisión ejecutada en el cuello) y así garantizar que Karla Flores continúe respirando.
En su caso, la anestesia no puede ser general, sino local. Se amplía la herida para extraer el artefacto. Durante el procedimiento, el personal militar indica que la ojiva no puede ser girada, mucho menos caerse al suelo. "Sólo podíamos lateralizarla, porque de lo contrario todos en un radio de 10 metros explotaríamos", agregan.
A las 24:00 horas se extrae el explosivo. El artefacto es entregado a la Secretaría de la Defensa Nacional. Se cierra la herida. Concluye la cirugía.
A los pocos días, Karla es intervenida con una cirugía maxilar y de mandíbula realizada por el doctor Estrada. No quiere mirarse al espejo. A las pocas semanas es nuevamente operada por el doctor Luis Soto, quien explica que la paciente requerirá cuando menos de tres cirugías más, que la parálisis facial que presenta difícilmente será reversible. Su rostro del lado derecho está quemado en 50%.
Karla sólo se atrevió a mirarse al espejo 15 días después de la cirugía. Al visitarla, aún en el hospital, su hijo de dos años no quería estar con su madre. "Coco, mamá", le decía, mientras veía el rostro de su madre parchado. "Para mi hijo menor ‘coco' es un monstruo", explica Karla, siempre acompañada de su hermana Dulce, la enfermera que no ha dejado de indicarle que debe seguir todos los cuidados que los doctores le han prescrito.
De acuerdo con indicaciones médicas, por el momento Karla no debe trabajar, y durante los próximos tres años tendrá que asistir al Hospital General de manera continua.
La Procuraduría de Justicia informó en un comunicado que ante la seriedad de las heridas sufridas, la lesionada se acoge a los beneficios que ofrece la Ley de Atención a Víctimas del Delito, por lo que "la Procuraduría de Justicia se hará cargo de garantizar que reciba la atención médica, hospitalización y medicamentos que requiera para su total restablecimiento".
Karla tardó muchos días para volver a expresarse. Al lograrlo sólo pidió una hoja para escribir y agradecerle al Hospital General de Culiacán, y específicamente a todos los doctores que la intervinieron, por su acto heroico.
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