Beijing, China.- Los planes quinquenales del secretario general de la provincia china de Jiangxi, el camarada Wu Zhiming, eran más ambiciosos de lo habitual. Se había autoimpuesto acostarse, en cinco años, con mil mujeres distintas, de las cuales al menos un tercio no podían ser prostitutas.
Con precisión de burócrata, él mismo detalló el tórrido proyecto en un cuaderno de bitácora que tituló "Diario del placer", en el que iba anotando los resultados de sus citas amorosas, valorando con detalle el físico y la actuación de sus amantes. Y conservando, como prueba material, un vello púbico de cada una de ellas.
La Policía arrestó a este prominente miembro del Partido Comunista Chino (PCCh) hace algunas semanas, mientras se encontraba desnudo y en compañía de dos chicas.
En la habitación, los agentes hallaron un tarro de viagra, varios condones y dos volúmenes del citado "Diario del placer", en el que estaban perfectamente registradas y catalogadas 136 muchachas diferentes: la cuota alcanzada hasta la fecha.
Además de perder su trabajo, Wu ha sido expulsado del Partido, acusado de haber cometido graves violaciones al código disciplinar.
El gobierno chino intenta mantener las apariencias en medio del resurgir del concubinato y la prostitución, una tradición milenaria en China y virtualmente erradicada durante más de tres décadas por el maoísmo.
Pero desde que empezaron las aperturas económicas, hombres de negocios y altos funcionarios han venido recuperando el gusto por rodearse de mujeres bonitas.
Algunos, incluso, mantienen a decenas de ellas en lujosos apartamentos, permitiéndoles todo tipo de caprichos.
Para las clases más populares, la proliferación de estas concubinas y los derroches en que incurren resultan difíciles de digerir.
"Mira, esa es una 'ernai' (segunda esposa)", señalaba el otro día con desaprobación un taxista, indicando un auto deportivo conducido por una joven bonita.
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