domingo, 18 de septiembre de 2011

CONFESIONARIO
Una mujer en el confesionario:
- Padre, hoy he conocido a Gregorio, y hemos estado haciendo el amor hasta el atardecer.
- Pues en penitencia, rezas tres padrenuestros y echas 6 euros en el limosnero.
Más tarde otra mujer:
- Padre, hoy he conocido a Gregorio, y hemos estado haciendo el amor hasta el amanecer.
- Pues en penitencia, rezas 10 padrenuestros, y echas 18 euros, en el limosnero.
Más tarde otra mujer:
- Padre, hoy he conocido a Gregorio, y hemos estado haciendo el amor todo el día.
- Pero esto no puede ser, rezas 20 padrenuestros y echas 30 euros en el limosnero.
Más tarde:
- Padre…
- Si, tu también has conocido a Gregorio y han estado haciendo el amor…
- No, padre. Yo soy Gregorio, y… O vamos a medias en el limosnero, o me llevo a todas a otra parroquia.

TROPEZONES
Estaban hablando el alcalde y el maestro del pueblo en la taberna:
- Hoy viene el nuevo párroco.
- ¿Y le va usted a avisar de la costumbre que tienen las mujeres de decir “tropezar” en vez de “cometer adulterio”?.
- No, ya se enterará él.
El párroco empieza a confesar ese mismo día:
- Ave María Purísima.
- Sin pecado concebida. A ver, hija, ¿Qué te pasa?.
- Padre, confieso que he tropezado.
- Pero hija, eso no es pecado. Anda vete.
Así una tras otra todas las mujeres del pueblo.
El párroco termina las confesiones, va a la taberna y entabla el siguiente diálogo con el alcalde:
- Señor alcalde, a ver si intenta reparar un poco las calles del pueblo, que las mujeres no hacen más que tropezar.
- Ja, ja, ja, usted no se entera de nada.
- Pues no sé de qué se ríe, si su mujer es la que más tropieza.

EL CALENTADOR
Había una vez un cura joven y recién ordenado, lleno de ideales, que llega a un pueblecito donde nunca ocurre nada.
Un día se va a visitar al diácono de un pueblo vecino, y durante la cena ve que tiene a una criada joven de muy buen ver y a la que trata con gran familiaridad. Cuando se quedan solos, le pregunta:
-Y dígame, don Antón, esta chica y usted se comportan debidamente, verdad?
-Pues claro, Antonito, pero si es una buena cristiana.
Antonito no se queda muy convencido, pero no dice nada y vuelve a su pueblo.
Al cabo de unos días, la criada va a ver a don Antón y le dice:
- Con su permiso, hace unos días que no encuentro el calentador para las camas. Posiblemente no es más que una casualidad, pero el caso es que su desaparición coincidió con la visita de su colega.
- Hmmm… dudo mucho lo que insinúas, pero bueno, voy a escribirle una carta, a ver si él sabe algo.
Dicho y hecho, al día siguiente el cura novato recibe una carta diciendo: “Querido Antonito, no voy a decir ni que tu te llevaste un calentador de camas de mi casa, ni que no te lo llevaste. Pero el hecho es que no lo hemos visto desde tu visita.”
A lo cual este responde:
“Querido don Antón, no voy a decir ni que usted está durmiendo con la criada, ni que no lo haga. Pero el hecho es que si usted hubiese dormido AL MENOS UNA NOCHE en su cama habría encontrado el calentador.”

DESPEGUE FORZOSO
Estando los pasajeros esperando para subir al avión, ven llegar al copiloto. Éste era un tipo alto, fuerte, bien parecido, pero llevaba unos anteojos oscuros y un bastón de ciego. La gente, alarmada, empieza a preocuparse. En esto llega una azafata que calma a los pasajeros diciendo:
- No se preocupen. Como pueden ver es invidente, pero no obstante es uno de nuestros mejores copilotos.
Con esto la gente se tranquiliza bastante.
Al cabo de un tiempo, aparece el piloto, muy apuesto y elegante, pero con anteojos oscuros y bastón, de igual forma que el copiloto. La gente ahora si que se preocupa de verdad y pide explicaciones. La misma azafata de antes explica:
- No deben sentirse inseguros. Nuestro piloto es el más destacado de su promoción y uno de los mejores de la compañía. Llevo años volando con él y nunca ha tenido el más mínimo problema.
Con esto la gente se tranquiliza bastante.
Llega el momento de despegar. El avión toma velocidad en la pista, acercándose cada vez más y más rápido al muro de fin de pista. Los pasajeros, histéricos, comienzan a gritar. Al instante, el avión despega.
En la cabina de pilotos se pudo escuchar:
- ¡¡Manolo, el día que no chillen nos la vamos a pegar de verdad!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario