viernes, 14 de octubre de 2011

LA BALA
Están dos gallegos, el papá y el hijo. El hijo le pregunta a su papá:
- Papi, ¿cómo se escribe bala?
El papá le responde:
- Ay hijo mío, como se oye.
El hijo entonces escribe: ¡Bum!

MUSEO
Un día el profesor de historia decide ir a un museo de cuadros con sus alumnos. Llegaron los niños al museo, un niño se acerca a un cuadro y le dice al profesor:
- Profesor, ¿Es esto un caballo?
El profesor le dice:
- No hijito, esto es un burro.
- No profesor, esto es un caballo.
Y el niño tanto insistía que el profesor se amargó, ve que está pasando un guardia de seguridad y le pregunta:
- Señor dígame, ¿Es esto un burro o un caballo?
El guardia de seguridad lo mira y le dice:
- No, señor, ese es un espejo.

EL PERRO
Llega un señor a su casa luego de trabajar y encuentra a su mujer llorando desconsoladamente, entonces le pregunta por qué llora y la mujer le dice:
- Es que preparé unos pastelitos para ti y el perro se los ha comido.
A lo que el hombre le responde:
- No te preocupes y ya deja de llorar mujer, total, el perro ya estaba viejo.

PERIQUITO
Un día a la madrugada el cuidador de una estancia llama a su patrón y le dice señor: Se murió su periquito.
-¿Cuál? ¿el que yo había invertido millones?-
- Sí, ese.
- ¿Y de qué se murió?
- Se empachó con carne de caballo.
- Y ¿quién le dio carne de caballo?
- La agarró de los caballos muertos del piso.
- Y ¿por qué había caballos muertos?
- Se murieron de tirar de la llave de agua.
- Y ¿para qué tiraban de la llave de agua?
- Para apagar el incendio.
- ¿Qué incendio?
- El de su casa.
- ¿Por qué estaba incendiada mi casa?
- Porque se cayó una vela del funeral de su madre.
- Pero si mi madre está viva.
- No, pasa que hace 3 horas vino acá y pensé que era un ladrón y le disparé.
-¡No! ¡asesino! ¡largo de aquí!
- Bueno, pero ¿por qué tanto escándalo por un periquito estúpido?

RATAS
Entramos con mis hijos a un restaurante. Al traernos la cuenta, el mesero le arma tremendo escándalo a mi esposa:
- Señora, por favor, ¡devuelva el tenedor que se guardó en el bolso!
Mi señora -indignadísima- vocifera:
- ¡Atrevido! ¡Respete! Yo soy una distinguida mujer. Además, no tengo necesidad de una cosa de ésas. ¡Esto es una infamia! en nuestra casa tenemos cubiertos finísimos y muy elegantes. ¿Cierto, mijo? -se dirigió a mi hijo menor.
Y éste respondió:
- ¡Sí, maaaami! Y... ¡de meeejoles reeestaulantes!

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