domingo, 4 de marzo de 2012

Prisión paradisiaca

Si te dijéramos que existe una pequeña isla ubicada a pocas millas de Noruega, impresa con decenas de senderos por donde caminar entre bosques de monumentales pinos, canchas de tenis, futbol, sauna, sala de cine, una gran biblioteca, y hasta una sala de música para ensayar interpretaciones en vivo, ¿considerarías este lugar como una opción para tus próximas vacaciones? Si tu respuesta es afirmativa, lamentamos informarte que lo más probable es que no te permitan acceder a este, y no por que se trata de un exclusivo club solo para miembros, sino por que estamos hablando de la Isla de Bastoy, una prisión.
Esta paradisiaca prisión alberga a 120 reclusos, quienes pernoctan en coquetas cabañas equipadas con televisión por cable. Bastoy es un controvertido experimento penitenciario del gobierno noruego, en busca de crear un óptimo centro de readaptación. Y si recordamos que, en esencia, ese es el fin explícito de cualquier prisión en el mundo, readaptar a los reclusos para que, eventualmente puedan reintegrarse,   a la sociedad, y desempeñar un rol productivo, entonces surge una interesante justificación para el experimento.
“No te preocupes, esta prisión es distinta a cualquier otra que hayas visitado”, advierte un guardia al reportero de el Daily Mail, que desembarca en Bastoy para realizar un reportaje. “Ves ese hombre ahí, es uno de los reclusos, un asesino”, le dice el guardia apuntando a un tipo que toma el sol plácidamente en un camastro. Se trata de un sujeto que disparó a su dealer de metanfetamina por una deuda pendiente, y quien, tras pasar ocho años en una prisión ordinaria, de los 16 a los que fue sentenciado, ahora lleva 9 meses en Bastoy. “Ahora estoy mucho más feliz. En cuanto llegué, inmediatamente me empezaron a entrenar para trabajar en barcos, y acudiré a un curso de marina en la universidad. Quiero ser un capitán de buques comerciales cuando termine mi sentencia”, afirma el prisionero. 
Curiosamente, y aunque en muchos países la gente está a favor de endurecer las condiciones de los reclusos, en parte para economizar el gigantesco gasto que mantenerlos implica para un gobierno, si se toma en cuenta que la reincidencia delictiva es uno de los factores que más elevan el presupuesto penitenciario de un país, y luego confirmamos que el promedio de reincidencia de Bastoy es de solo 16% -siendo el más bajo de toda Europa-, entonces tal vez opciones como la de esta prisión se perfilan como ejemplares. Y lo anterior responde a dos tajantes argumentos: socialmente cumple la función original de una prisión, readaptando a los internos, y económicamente implica un ahorro, aunque parezca increíble, pues prácticamente nueve de cada diez reclusos no reinciden en hábitos criminales y, en cambio, se convierten en individuos productivos, con los beneficios que ello implica a cualquier sociedad.

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