viernes, 30 de marzo de 2012

El país que borraron del mapa, pero sí existe

Como lo publica el sitio Vice.com, en las afueras de la antigua Unión Soviética, en un pequeño bolsillo de la Europa del Este, no se han sacudido del todo el trauma de la caída del imperio soviético.
Desde 1990, una zona poco conocida de la Tierra, ubicada entre Ucrania y Moldavia, se ha aislado en un mundo donde Lenin todavía ocupa un lugar preponderante.
Cuenta con su propia patrulla fronteriza, pasaportes, moneda y todo lo que normalmente se necesita para ser un verdadero país, incluyendo una población que es el doble del tamaño de Islandia.
Sus credenciales soviéticas son impecables: es gobernada por un líder corrupto al que le rinde culto una élite de ladrones y contrabandistas de armas; ya que el tráfico de armas y el contrabando son dos de sus principales actividades financieras.
Sin embargo, nadie reconoce su soberanía y por lo tanto, no es un país real. Su nombre es República de Transnistria, pero a los ojos del mundo, simplemente no existe. Sus fronteras no existen en los mapas oficiales.
En un principio formaba parte del territorio de la república socialista de Moldavia; pero cuando ésta proclamó su independencia de la URSS, a su vez Transnistria también proclamó su independencia de Moldavia.
Transnistria es considerado un museo viviente de la antigua URSS, pues aún está controlada por antiguos funcionarios del régimen soviético; su bandera y escudo aún exhiben la hoz y el martillo, y las estatuas de Lenin siguen decorando las calles de las ciudades.
El pasado septiembre, Transnistria celebró su vigésimo aniversario. La fiesta de cumpleaños de este lugar estaba llena de las tropas que cualquier espectáculo dictatorial requiere: veteranos de guerra y dignatarios del gobierno con una bandera en el podio central, niños enrolados en el ejército ondeando banderas y mostrando sus rutinas gimnásticas mediante una coreografía, convoyes con pantallas balbuceando por ahí y las más bonitas jóvenes promesas desfilando sobre tanques de guerra.
Durante la celebración un hombre se disfraza como el Zorro de los Balcanes, mismo que representa al imperialismo occidental.
Se dice que una de las razones por las que Transnistria ha podido preservar orgullosamente su independencia y proteger a los propietarios legítimos en la bahía de Moldavia, es porque cuentan con una reserva de armas masivas, que ocultan en una colina en algún lugar del norte, un nido que han estado empollando desde el colapso de la Unión Soviética.
El país se encuentra dominado por el líder Igor Smirnov, un director de una fábrica rusa que consiguió un trabajo en el lugar equivocado, pero en el momento adecuado, lo que le permitió hacerse del poder cuando Transnistria se formaba en 1990.
Igor Smirnov ha creado un culto a la personalidad alrededor de su proclamada grandeza como libertador de la región. Al mismo tiempo, crea su propia forma de gobierno dinástico, en el que cede el poder de los grandes recursos industriales de Transnistria y exitosas empresas de propiedad estatal a sus hijos.
La mayoría de los ciudadanos de Transnistria, entrenados para ser patriotas, pero en última instancia, libres políticamente hablando, no están dispuestos a contradecirlo.
Tal vez como un antídoto a su situación, a la gente en Transnistria le encanta beber. Están profundamente borrachos al mediodía y cada noche es la víspera de Año Nuevo en Cardiff.
En los clubes nocturnos podrás encontrar mesas llenas de hombres gordos comiendo alitas de pollo. Es muy obvio que ellos son los que dirigen el movimiento en el lugar. También, podrás ver infinidad de mujeres rubias muy altas y guapas.
La mayoría de los ciudadanos de Trasnistria hacen pausas por Rusia, hablan con nostalgia de sus familiares que ya brincaron al extranjero y han tenido éxito. Podrían hacer lo mismo, si tuvieran en sus manos un pasaporte ruso y uno moldavo; ya que los que emite el estado de Transnistria no tiene ningún valor en el mundo real, así como sus billetes del Monopoly.

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