Una pareja de Cornualles, en el Reino Unido, creó un museo con sobras de alimentos dejados por celebridades. ¿Por qué algunas personas se sienten atraídas por algo tan banal?
Es uno de los grandes fenómenos culturales del siglo: el apetito por conocer aspectos de la vida de la gente famosa, no importa lo superficiales que sean.
Revistas de farándulas y periódicos están llenos de información acerca de tales minucias.
Y durante ocho años, un café junto al mar en Cornualles ha servido de experimento para explorar esta obsesión, al exhibir restos de comida dejada allí por figuras públicas.
Aunque suene extraño, algunos puede llegar lejos en su afán de hacerse de algo poseído, o incluso tocado, por una celebridad.
En noviembre de 2010 un molar del integrante de los Beatles John Lennon se vendió en Stockport por US$30,276. En los últimos años se han subastado objetos como una dentadura postiza, cenicero y puros de Winston Churchill, el ex primer ministro británico.
En Estados Unidos, un parche que John Wayne llevó en un ojo en la película True Grit (Temple de acero), de 1969, se vendió por US$47,800 el año pasado.
Sobras a subasta
Pero quizás la categoría más extrañas de este tipo de objetos es la de las sobras de alimentos.
Una rebanada de pan tostado mordisqueada por la estrella del pop Justin Timberlake, con sirope y tenedor de plástico, se vendió por US$1,025 en eBay en Estados Unidos.
Un chicle escupido por Britney Spears y una botella de cerveza a medio terminar por Kurt Cobain también han encontrado nuevos dueños.
En el Reino Unido, un plátano a medio comer de la presentadora de televisión Kate Garraway se vendió por poco menos de US$3.104 dólares... ¡Y eso que estaba firmado!
El crecimiento de las subastas en línea ha impulsado este sector, aunque el hecho de que los artículos son perecederos, por supuesto, crea problemas para el coleccionista aficionado.
Surge el museo
En Cornualles, todo comenzó con David Bailey. El legendario fotógrafo de moda apareció en la cafetería de la playa, en Kingsand, y la pareja dueña del establecimiento quiso recordar su visita a The Old Boatstore.
Como Michael y Francesca Bennett eran artistas no querían hacerlo de la manera convencional: una foto con Bailey.
En su lugar, decidieron recoger algunas migajas del sándwich consumido por el fotógrafo y colocarlas en una urna en forma de dedal.
Y así, el improvisado Museo de las Sobras de las Celebridades tuvo su primera exposición en 2004.
Hoy cuenta con una selección de sobras en varios estados de descomposición, y cientos de devotos de todo el mundo han rendido homenaje a la "ermita" de las celebridades, tanto en persona como en internet.
"Es una muestra maravillosa de la excentricidad británica", dice el director de cine Michael Winner, quien tiene en el museo una migaja de la torta de limón que consumió.
Pero ¿se trata de una mirada irónica a la cultura de la celebridad, una estratagema de marketing o simplemente kitsch?
"Es una instantánea sobre el tratamiento de la celebridad en la primera década del siglo XXI en Gran Bretaña. ¿Cuántas de estas figuras serán ampliamente conocidas en 50 años?", dice Bennett mirando las urnas que cuelgan de la pared de su café.
"¿Qué tienes que hacer para alcanzar la fama duradera?", se pregunta.
La exposición recoge sobras de toda una gama completa de celebridades, encabezadas por el príncipe Carlos, y que incluye a figuras como el realizador Michael Winner, los músicos Steve Swindells y Peter Doherty y el almirante Sir Jonathon Band.
"Estamos sorprendidos de que el museo haya capturado la imaginación de tanta gente", dice Bennett.
Y "gracias a internet cuenta con seguidores a nivel internacional".
Bennett ha sido entrevistado por los periodistas desde Estados Unidos hasta Australia.
"Normalidad" de los famosos
Para James Bennett, profesor de televisión en la Royal Holloway University, es parte de la cultura moderna de la celebridad transferir a los objetos el poder de sus dueños famosos.
El mejor ejemplo de esto sigue siendo Graceland, la casa de Elvis Presley, dice el académico, quien escribe para la revista"Celebrity Studies".
Para Bennett, el museo es "una instantánea sobre el tratamiento de la celebridad en la primera década del siglo".
Más de tres décadas después de la muerte de Presley, los fanáticos acuden a ver los objetos de los que la estrella se rodeó.
Es una oportunidad para los aficionados que idolatran a Presley -pero probablemente nunca llegaron a verlo- de conectar con su vida y sentirse parte de ella, sugiere Bennett.
Y añade que la comida es un recuerdo atractivo porque paradójicamente, siendo tan mundana, encapsula la "normalidad" de los famosos.
Demuestra que ellos "viven en el mismo mundo que nosotros, comen en los mismos cafés", dice Bennett.
Sin embargo, él cree que el culto a la celebridad en Graceland es muy diferente al que tienen lugar en la cafetería de Cornualles.
"Hay algo de divertimento en el Museo de las Sobras de las Celebridades, un guiño de complicidad entre las celebridades y los visitantes que lo hacen especialmente británico", comenta.
¿El fin?
Sin embargo, lo que comenzó con David Bailey parece probable que acabe con Eddie Marsan, el actor de Misión Imposible III, que dejó un pedazo de Cornetto en el museo, el cual podría desaparecer este año.
Los hijos de los Bennetts están próximos a irse de casa, por lo que el café será subastada aunque las piezas del museo están deliberadamente excluidas de la venta.
Bennett quiere que su creación sobreviva de alguna forma, quizás integrando una especie de "museo de lo absurdo de Cornualles".
"Es un pedazo de la historia social", acota.
La primera década del siglo XXI es la época de celebridad instantánea, según los críticos culturales.
En un período claramente definido por el reinado del Gran Hermano, los reality shows han demostrado su poder de otorgar la fama por nada, a cualquiera.
Y sea cual sea el destino del museo de los Bennetts, en el futuro parece que no habrá escasez de celebridades que dejen migajas para el disfrute de sus admiradores.
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