Los habitantes de Lopburi toleran los ataques, robos y otras travesuras de los macacos, que resultan una atracción turística
Lopburi, India.- En lo que una joven se baja de su moto para sacar dinero de un cajero automático, un macaco aprovecha para agarrar un celular de la guantera y huir por el tendido eléctrico. Pero no pasa mucho tiempo cuando, aburrido de su nuevo juguete, el mono lanza el teléfono desde una altura de 5 metros.
Situaciones como esta se producen diariamente en Lopburi, un pueblo al norte de Bangkok, donde una comunidad de casi 3 mil macacos convive con unos 26 mil 500 habitantes.
"Amamos a los monos, pero tenemos que protegernos contra sus robos y ataques.
Pueden llegar a ser muy molestos", explicó el señor Noom, propietario de un hotel en el centro del pueblo, y quien lidia todos los días con estos revoltosos vecinos.
En Lopburi los macacos llevan décadas conviviendo con la población. Mitad animal sagrado y mitad atracción turística, se les permite andar a sus anchas por las calles del pueblo e incluso se les alimenta.
En noviembre se celebra un festival multitudinario en su honor en el que se les ofrecen todo tipo de manjares.
Su centro de reunión son las ruinas del templo de Prang Sam Yot, una reliquia hindú-budista de la cultura jemer que los macacos han convertido en una suerte de cuartel general.
Cientos de ellos duermen allí por la noche y descansan por el día. Las peleas, los gritos, los juegos y las acrobacias son parte de la vida cotidiana.
Los que más sufren el acoso de los monos son los comerciantes que viven alrededor del templo.
La señora Sorachai, por ejemplo, ha atado un trozo de cuero al extremo de una vara de bambú para dar latigazos a los macacos que pretenden robar la comida de su puesto.
"Si no estoy atenta me quedo sin nada. A veces se meten en las casas y hacen enormes destrozos. Eso sí que es fastidioso. Lo devoran todo por la calle, incluso las plantas", se quejó.
Decenas de edificios están recubiertos con rejas o telas metálicas para evitar que los macacos se cuelen por las ventanas.
En los dos hospitales del pueblo atienden cada mes al menos a un paciente por mordeduras de macaco.
"En realidad no son heridas profundas. El peligro es que se transmita la rabia, como con los perros, por eso les pone la vacuna antirrábica. Casi todos los lesionados son turistas", asegura una enfermera.
El señor Noom es consciente de que, sin los monos, la ciudad apenas recibiría visitantes y su hotel estaría vacío. Quizá por eso defiende en cierta medida su presencia, a diferencia de otros vecinos.
"Aquí consideramos a los monos hijos de los dioses y no se les puede hacer nada, pero convivir con ellos es pesado. Mi hijo pequeño no puede ir sólo por la zona del templo, porque tenemos miedo de que le ataquen", aseguró la señora Karawek.
Los habitantes de Lopburi aseguran que los monos distinguen entre los locales y los turistas, especialmente si son extranjeros.
"Cuando ven a un turista occidental se lanzan a pedirles comida y a ver si pueden robarles algo. Si el turista se asusta, se convierte en presa fácil. A nosotros nos tienen más respeto", aclaró Karawek.
Para hacer escapar a los monos los habitantes de Lopburi usan palos, látigos y algunos hasta usan pistolas con balas de goma.
"También se les ahuyenta esparciendo una especia amarga que les da asco", explicó Noom.
Con la esperanza de alejarlos, algunos vecinos han colocado figuras o peluches con forma de cocodrilo, animales a los que se supone que los macacos temen.
"No veo que funcionen esas tácticas. Están completamente acostumbrados a vivir rodeados de gente y coches. Saben cruzar la calle, incluso tienen trucos para robar. Uno pequeño entretiene al turista que acaba de comprar comida, por ejemplo, mientras que el otro le ataca por la espalda para llevársela", narró Noom.
Luchan por el territorio
La convivencia con los macacos ha permitido a los habitantes de Lopburi conocer mejor su comportamiento.
"Sabemos que tienen cuatro grandes grupos, cada uno con su jefe. Diario hay tensión por dominar el territorio. El grupo más fuerte es el que controla el templo. Ahí tienen casa y comida", aseguró el señor Noom.
Otro comportamiento observado es cómo actúa el grupo cada vez que muere uno de sus miembros.
"Rodean el cadáver y chillan. Cada vez que uno fallece en un accidente o una pelea, los gritos se oyen por todo el pueblo. Parece como si fuera un entierro y no dejan que nadie se acerque. Hay una persona del Ayuntamiento que se dedica a retirar el cadáver", agregó Noom.
Temen por salud
Una de las cuestiones que más preocupa a las autoridades es el problema sanitario que pueden llegar a causar los monos.
Por ello hace un par de años inició un programa de esterilización para evitar que se siguieran reproduciendo.
"Es un problema para todos. También para los monos porque cada vez es más difícil alimentar a toda la población", explicó el veterinario encargado del Ayuntamiento.
Sin embargo, la atención médica parece haber cesado por la falta de presupuesto.
"La organización que se encargaba de esto se ha ido y en el zoológico municipal hay un hospital para monos que recibe dinero. El problema es que el dinero se lo lleva el viento", acusó el señor Noom.
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