“Un amor nunca es igual al siguiente. Un trasero, tampoco”. Ese es el concepto en el que se ha basado el Advanced Institute of Industrial Technology de Tokio para llevar a cabo un invento revolucionario: el asiento de conductor con reconocimiento de trasero.
El funcionamiento es simple: uno se sienta y espera a que el asiento le reconozca (tiene un porcentaje de aciertos de un 98%). En caso de que resultes ser dueño de ambos, coche y trasero, te dejará arrancar.
Esto cambia todo.
Frases clásicas de los robos en carretera como “¡sal del puto coche, joder!”, o “¡mueve tu maldito trasero o te encañono!”, con todo el encanto que desprenden, van a caer en desuso.
Alguien tendrá que cambiar el diseño de los llaveros y hacer una especie de moldes anales, porque tener una sola llave para todas las puertas es la peor medida de seguridad del mundo.
Pero lo peor es el ámbito cotidiano: levantarte una mañana y que el coche se niegue a arrancar porque no te reconozca. Eso duele. Y más en ayunas. Puede acabar en una crisis de identidad que ni siquiera se solucionaría psicoanalizando al trasero porque el trasero no se puede tumbar en la camilla, ya que necesitaríamos un sub-trasero para apoyarnos, y sin camilla uno no expresa la desesperación que le provoca la infinitud del universo de una forma confortable. No es lo mismo, vamos.
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