Estados Unidos.- El hombre falleció de un ataque de asma. Tal era el amor por el difunto que no quiso separarse de él que un buen día acabaron unas pocas cenizas en las manos de la viuda y se las comió.
Según afirma la señora, las cenizas tienen sabor a “huevos podrido, arena y papel de lija” y sin embargo le resulta tan sabrosa que no puede parar.
Y así va la cosa, por el momento parece ser que ya se ha merendado un cuarto del tarro mientras acude a terapias en busca de una solución para sus nuevos gustos.
¿Será amor, será gula? Lo único seguro es que el marido probablemente jamás imaginó donde reposarían sus restos.
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