La silente y resbaladiza invasión de un ejército de Caracoles Africanos Gigantes en una subdivisión del sureste de Miami tiene a las autoridades federales y estatales de agricultura en un contraataque caro y que toma tiempo para sacar a las largas y viscosas criaturas.
"Es nosotros contra los caracoles", afirmó Richard Gaskalla, director de la industria de plantas en el Departamento de Agricultura y Servicios al Consumidor de la Florida.
Los caracoles, de la especie Achatina fulica, pueden crecer hasta 10 pulgadas de largo y cuatro pulgadas de ancho, y se consideran uno de los caracoles terrestres más dañinos en el mundo. Comen al menos 500 tipos diferentes de plantas, ponen unos 1,200 huevos al año y pueden portar una variedad de meningitis no mortal. Unos reproductores prolíficos, contienen órganos reproductivos tanto femeninos como masculinos y viven hasta que tienen nueve años.
Pueden ser particularmente devastadores para las zonas y ecosistemas agrícolas, y pueden causar prohibiciones comerciales. Provenientes de Africa Oriental, los caracoles sólo son permitidos en Estados Unidos con permisos especiales y para investigación científica.
Dos hermanas alertaron la semana pasada a funcionarios de la invasión al hablar con un inspector de moscas que llevaba a cabo una revisión de rutina. Las hermanas se cansaron de la plaga, a la que le gusta los lugares fríos y oscuros, prospera en la piedra caliza, el concreto y el cemento, y se ve atraída por las cajas para reciclaje, los recipientes con abono y la comida de gatos.
De pie el jueves en la esquina de la calle 28 del Southwest y la avenida 34, Gaskalla y su equipo peinaban meticulosamente el vecindario que ellos llamaron "Punto Cero" en el ataque. Unos 50 funcionarios estatales y federales van casa por casa mientras sacan a la viscosa plaga con sus manos cubiertas por guantes de plástico.
Hasta ahora, los funcionarios han encontrado a unos 1,000 en un radio de una milla cuadrada. Los moluscos son transferidos a congeladores en un esfuerzo para darles una "muerte humana", indicó Gaskalla.
Cuando Victoria Loyacono y su familia se mudaron el mes pasado, notaron a los caracoles en su pared "por todas partes, no había un punto claro". Funcionaros investigan si las criaturas pudieron haber venido de un anterior residente, quien salió abandonó de la casa.
Las autoridades también tratan de determinar si el brote de caracoles está relacionado con un caso de contrabando descubierto el año pasado.
En el 2010, funcionarios federales abrieron una investigación criminal sobre Charles L. Steward, residente de Hialeah, quien fue acusado de contrabandear a las criaturas hacia Miami. Stewart practica la religión tradicional africana Ifa Orisha, y las autoridades dijeron que persuadió a sus seguidores a beber los juicios de los caracoles como parte de un ritual de saneamiento. Varios de los seguidores se enfermaron.
Stewart fue supuestamente ayudado por una mujer que dice que es una sacerdotisa africana que escondió a los caracoles bajo sus vestidos durante sus vuelos a Miami, según documentos del caso, que permanece abierto.
Es la tercera ocasión en que esta plaga ha sido descubierta en el Sur de la Florida. En 1966, un muchacho que visitaba Hawai los trajo a su regreso a Miami y su abuela los puso en libertad en su jardín. Pronto, hubo al menos 18,000 de estas criaturas. Les hizo falta a las autoridades una década y $1 millón eliminarlos.
Los Caracoles Africanos Gigantes pueden portar un virus y causar un tipo no mortal de meningitis, que se transfiere a través de las heces fecales o las ratas infectadas. Ninguno de los caracoles descubiertos en la Florida porta la enfermedad y funcionarios de Salud consideran que la mayoría de las personas se recuperan de esta variedad de meningitis sin síntomas. Sin embargo, alertaron a los residentes a evitar tocar a las criaturas y a lavarse las manos si lo hacen.
Al principio, Suzanne Howland pensó que los caracoles descendían en grandes cantidades porque no había rociado su jardín con un pesticida. Entonces las criaturas crecieron. Los amigos admiraban sus bellas conchas y bromeaban sobre Howland, un diseñador interior, que hace festines de escargot. Los caracoles crecieron aún más."Nunca había visto nada como esto", indicó Howland. "Era totalmente increíble".
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