Sídney, Australia.- La leyenda en torno al polémico bandolero Ned Kelly, el Robin Hood australiano ejecutado en la horca en 1880, reaviva con la identificación de sus restos encontrados en una antigua prisión de la ciudad de Melbourne.
La identidad de Ned Kelly, descendiente de irlandeses que encarnó para muchos la lucha contra la opresión y la injusticia durante la colonización británica de Australia, fue hoy confirmada tras el resultado de las muestras de ADN facilitadas por un bisnieto de su hermana Ellen.
Las investigaciones han sido realizadas por el Instituto de Medicina Forense de Victoria (VIFM, siglas en inglés), con la colaboración del Equipo Argentino de Antropología Forense.
Casi la totalidad de los huesos de Ned Kelly, a excepción de la calavera, se hallaban en un ataúd de madera en una de las fosas comunes localizadas en 2008 por un grupo de arqueólogos en la que otrora penitenciaría de Pentridge.
Estos restos óseos pertenecían a más de una treintena de presos de la antigua cárcel de Melbourne, en la que fue ejecutado Ned Kelly, fueron exhumados en 1929 para ser nuevamente enterrados en Pentridge.
Pero al parecer aquellas personas que participaron en el traslado guardaron para sí, de recuerdo, varios huesos del mítico bandolero cuyas andanzas han servido al mundo del cine para hacer películas sobre su vida y cautivado al rockero Mick Jagger o al fallecido actor Heath Ledger, quienes interpretaron el papel de Ned Kelly.
Las investigaciones para identificar a Kelly comenzaron en 2009 cuando el granjero Tom Baxter entregó a la institución médica una calavera que aseguraba era del bandolero, pero que los análisis y estudios posteriores demostraron que perteneció a otra persona.
El supuesto cráneo de Kelly, cuyas últimas palabras aparentemente fueron "así es la vida", fue robado en 1978 cuando era exhibido en una urna de cristal en la prisión de Melbourne.
El subdirector del Instituto de Medicina Forense de Victoria, David Ranson, dijo a la prensa que ahora está pendiente esclarecer "dónde está el cráneo de Kelly", que desapareció "en el camino".
Para muchos la leyenda de Kelly refleja el conflicto entre los descendientes de convictos, entre ellos muchos irlandeses, y la por entonces clase dominante formada mayoritariamente por ingleses, así como los valores típicamente australianos de la solidaridad entre los compañeros o "mates".
Y es que el destino de Kelly estuvo marcado por el infortunio.
Él quedó huérfano a los 12 años después de que su padre muriera a manos de la Policía en circunstancias extrañas. Por ser el mayor asumió el rol de cabeza de una familia que atravesaba serias dificultades para evitar perder la tierra concedida por la Corona.
En un mundo en que los pobres robaban a los ricos y compartían el botín entre los vecinos, Kelly fue detenido por este delito cuando apenas contaba con 14 años.
Pero su vida como prófugo comenzó en 1878 cuando fue acusado de disparar a un agente de la policía que entró en el hogar familiar para detener a uno de los hermanos menores, Dan.
En la clandestinidad, Dan y Ned se unieron a otros dos amigos y juntos robaron bancos y burlaron a la policía, acciones que fueron contadas por el escritor Peter Carey en su libro "La verdadera historia de la banda de los Kelly" (2000).
La fugaz vida criminal de Kelly terminó en 1880 cuando su banda llegó a la localidad de Glenrowan, cortó los cables del telégrafo y forzó a los trabajadores del ferrocarril a serrar los rieles.
Allí se libró un largo enfrentamiento a tiros con la Policía que acabó con la vida de tres bandoleros y dejó herido a Kelly, quien después de ser detenido, fue enjuiciado y condenado a morir ahorcado.
Peter Norden, vicerrector de la Escuela de Leyes de Melbourne y ex capellán de la prisión de Pentridge, dijo a la cadena de televisión ABC que muchos comentaristas objetivos dirían que Kelly no tuvo un juicio justo.
"Hay mucho terreno para afirmar que él disparó en defensa propia, que había una clara conspiración por parte de la Policía de Victoria de entonces para que fuera ejecutado en lugar de ser arrestado", indicó.
Pero antes de hablar de justicia o de encontrar la cabeza de Ned Kelly, sus descendientes esperan que sus restos sean enterrados de forma digna, mientras que otros confían en capitalizar el botín arqueológico para su exhibición.
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