Cuando uno padece uno de esos molestos resfriados comunes, puede comprobar que tiene más congestión cuanta mayor cantidad de fluido tenga en la cabeza... Pues en el espacio sucede exactamente igual.
Al flotar en gravedad cero, los fluidos del cuerpo acaban por reunirse en la cabeza y, al igual que en la Tierra, los líquidos son arrastrados hacia abajo por la gravedad.
Esta movilidad ascendente de los fluidos corporales y su acumulación en la cabeza acaba dando a los astronautas rostros más circulares y rechonchos, de aspecto caricaturesco como las caras de los dibujos animados. En la NASA lo han bautizado como el efecto ‘Charlie Brown’ (el amigo de Snoopy), en honor al famoso personaje de dibujos de Charles Schulz.
Según Michele Perchonok, del programa de la NASA de Ciencia de los Alimentos, debido a este efecto, los astronautas confirman en sus viajes que la gravedad cero crea síntomas similares al resfriado. Sin embargo, ¿es la falta de gravedad realmente la responsable del efecto ‘Charlie Brown’ y de la congestión nasal del astronauta en órbita?
Nadie está del todo seguro pero existen algunas teorías plausibles. Michele Perchonok pidió al ingeniero de alimentos Jean Hunter y a su equipo de la Universidad de Cornell (EE.UU.) si podían poner a prueba la teoría de la nariz tapada por efecto de la gravedad.
Para lograrlo en la Tierra, han elaborado una prueba en la que los voluntarios pasarán varias semanas en una cama donde tendrán la cabeza más baja que sus pies, para tratar de volver a crear ese efecto Charlie Brown y estudiar exactamente qué es lo que acontece en su interior.
No es lo mismo que el entrenamiento soñado de un astronauta… pero valdrá para simular el efecto. Los investigadores se interesaron por esta teoría de la nariz tapada por un insólito hecho: el gusto de los astronautas por llevar en su tartera salsa picante para aderezar las comidas que se sirven a bordo.
A lo largo de los años, los ingenieros y psicólogos de la NASA se dieron cuenta de que, en el espacio, los astronautas anhelan alimentos que no necesariamente comen aquí en la Tierra, en especial las cosas picantes.
Un ejemplo memorable ocurrió a bordo de la Estación Espacial Internacional en 2002, cuando la tripulación del transbordador espacial Atlantis hizo una visita breve a los astronautas de la ISS. La astronauta Peggy Whitson fue la que abrió la puerta de acoplamiento y, en vez de darles la bienvenida con un pastel de arándanos, exigió a la tripulación del Atlantis un nuevo suministro de botes de salsa picante antes de concederles la entrada a su estación espacial.
Era una broma pero muestra cómo las gastan los astronautas en el espacio con lo picante. Según afirma el ingeniero de alimentos Jean Hunter “ellos no solo anhelan los pimientos picantes, también las cosas agrias y dulces”.
En concreto, también se pirran por los rábanos picantes, el café extra-fuerte, la pasta de ajo tailandesa y el wasabi, aunque este último alimento está prohibido desde 2007 en la comida personal que permiten llevar a la ISS, ya que ha demostrado ser muy peligroso.
La astronauta Sunita Williams intentó en una misión de aquel año hacer sushi de salmón en la ISS; y, al abrir la bolsa de wasabi, este se dispersó por toda la estación teniendo que recoger todo el wasabi flotante y limpiar las paredes del módulo. Por eso es mucho más seguro llevarse, por ejemplo, chorizo picante de León, como el que metió el español Pedro Duque en su misión de 1998.
¿A qué se debe este gusto por la comida picante de los astronautas? Precisamente por el efecto ‘Charlie Brown’. Al tener los síntomas de resfriado y la cara hinchada como un pan de hogaza, la salsa picante ayuda a los astronautas a despejar su congestión.
Y hay que recordar que, cuando el sentido del olfato está bloqueado, el sentido del gusto se distorsiona; así que el picante lo que hace, en realidad, es realzar y potenciar el sabor de los alimentos deshidratados y liofilizados que consumen a bordo pues, si no, no les sabrían a nada, al vacío del espacio.
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