La hebilla porta-cervezas me genera angustia, ansiedad, la visión de un pozo sin fondo y un dilema sin solución.
Por una parte, es bueno tener las manos libres mientras se bebe simplemente porque, bueno, uno nunca sabe cuándo va a necesitar saltar un muro, y hacerlo sin ayudarse de las manos requiere una agilidad que yo, desgraciadamente, no poseo.
Pero el tacto es un sentido que da mucho gustico. Y tener la cerveza siempre agarrada hace que uno se sienta más seguro, sabiendo con un par de meneos de botellín cuántos tragos nos quedan antes de pedir dinero a alguien. Además, uno nunca sabe cuándo va a tener que estrellar la cerveza contra la cabeza de alguien, huir y tener que saltar un muro.
Así que estoy en duda. No sé si me parece genial o prescindible. Por el momento, les digo que el precio de la hebilla porta-cervezas ronda los 30 euros y un curso de escalada, los 200. Porque uno nunca sabe.
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