Berlín, Alemania.- En su declaración de impuestos ante el gobierno, los alemanes tienen el deber de declarar la religión que practican.
Quienes marcan "protestante" o "católico romano" en el formulario oficial se someten a un impuesto de un poco menos del 10% de su ingreso anual, que -a cambio de un pago- el Estado recauda y traspasa al Vaticano y las iglesias locales.
Hasta este lunes, los alemanes que no se declaraban formalmente como miembros de la Iglesia católica no eran sancionados.
Ahora, sin embargo, quienes no declaren su afiliación religiosa ante el gobierno alemán no podrán disfrutar de sacramentos como el bautizo y el matrimonio, a no ser que obtengan permiso especial de un obispo.
Tampoco podrán trabajar en la Iglesia o en instituciones asociadas, como escuelas y hospitales, hacer parte de grupos de caridad o coros patrocinados por la Iglesia, ni ser padrinos de niños católicos.
La única excepción es la bendición especial antes de la muerte que la Iglesia ofrece tanto a los católicos como a los no católicos.
Pero incluso "si la persona que dejó la Iglesia no da muestras de arrepentimiento antes de la muerte, un entierro religioso puede ser rechazado", indicó un comunicado de la Conferencia Episcopal.
Espiritual vs. institucional
Según reportes periodísticos, la decisión de la Iglesia puede ser una reacción de la institución al creciente número de fieles que decidieron declararse como no practicantes en los últimos años.
"Este decreto (que fue aprobado por el Vaticano) deja claro que uno no se puede retirar de la Iglesia parcialmente", dice el comunicado de la Conferencia Episcopal. "No se puede separar la comunidad espiritual de la Iglesia de la Iglesia institucional".
Según estadísticas oficiales, la Iglesia Católica Romana alemana recibió unos US$7.000 millones y en recaudo de impuestos en 2010.
La Conferencia Episcopal asegura que en el pasado las consecuencias de no pagar el impuesto de la Iglesia no habían sido claramente explicadas.
Y afirma que algunos católicos se mantienen activos en sus parroquias a pesar de haberse retirado de la Iglesia, evitando así el pago del impuesto.
No es del todo nuevo
A pesar de que las sanciones son una faceta inédita, los impuestos que la Iglesia católica recoge en la Alemania moderna no son un fenómeno nuevo.
El impuesto se puede rastrear a la época pre cristiana, cuando los jefes de las tribus eran responsables de financiar las instituciones y los cultos religiosos.
Pero durante la Edad Media esto se convirtió en una práctica formal, como lo explica un artículo académico el profesor Erich Geldbach. Las Eigenkirchen, en zonas como Alemania y Europa del este, eran iglesias de propiedad del señor feudal que recogían el impuesto.
Este estilo de alianza entre el poder político y religioso para recoger los impuestos eclesiásticos se mantuvo en cierta medida durante la Confederación Germánica en el siglo XIX.
Después, en el siglo XX, las autoridades de la Unión Soviética, que controlaban gran parte de Europa del este y Alemania, erradicaron el impuesto.
Sin embargo, en 1990, después de la caída de la Unión y durante el proceso de unificación de Alemania, un impuesto voluntario "de solidaridad" se instituyó en busca de promover la restitución de la Iglesia en la nueva Alemania.
Críticas
Algunos católicos -entre ellos el especialista en derecho canónico Hartmut Zapp, quien ha cuestionado el impuesto en tribunales durante años- han sostenido que la inscripción para el "impuesto eclesiástico" implica solo un acto político y no debe afectar el estado espiritual.
Según dijo la organización religiosa Catholic Culture, otros han dicho que el impuesto eclesiástico es un apoyo para la Iglesia institucional que discrimina a quienes se consideran miembros de una comunidad católica que no está necesariamente representada por la estructura jerárquica de la Iglesia.
En un editorial, el diario Die Welt dijo que los arzobispos se están arriesgando a ser vistos como codiciosos que solo están interesados en el dinero.
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