jueves, 18 de agosto de 2011

Un Cristóbal Colón regalado que nadie quiso

Pesa seiscientas toneladas, es puro bronce, y representa el regalo de un escultor ruso al continente americano. Rechazado en Estados Unidos, el gigantesco homenaje a Cristóbal Colón podría terminar en un islote de Puerto Rico donde se hacían prácticas militares y donde, actualmente, no va nadie.
En 1991, el escultor ruso Zurab Tsereteli decidió esculpir una ciclópea estatua de Cristóbal Colón para conmemorar el quinto centenario de la llegada del almirante a tierras americanas.
La pieza escultórica alcanza una altura de 90 metros, lo que, agregado al peso, fue uno de variados argumentos esgrimidos por ciudades estadounidenses que no quisieron servir de residencia a la estatua.
Nueva York, Miami, Baltimore y otras ciudades adujeron también razones de costo y de espacio para rechazar el presente del escultor ruso.
Al fin de cuentas, el monumento a Colón sería dos veces más alto que la Estatua de la Libertad, sin su pedestal.
No faltaron quienes expusieron razones estéticas.
Los críticos del monumento, que muestra a Colón al timón de una pequeña nave con velas infladas por el viento, se quejan de sus brazos desproporcionadamente largos, de su cabeza demasiado pequeña para el cuerpo y aseguran que la pose de saludo con una sola mano es, francamente, ridícula.

Puerto Rico al rescate
Sin hogar y olvidada de todos, la estatua no alcanzó a llegar a Estados Unidos y, en 1999, la localidad de Cataño, en el norte de Puerto Rico, le canceló casi US$2.5 millones a Tsereteli por la obra.
"Ésta, sin embargo, no pudo ser ensamblada," dijo José Javier Pérez, editor del periódico Nuevo Día, de San Juan de Puerto Rico.
"La razón fue que la altura del monumento la convertía en una posible interferencia para el espacio aéreo de San Juan."
Tras el rechazo de los residentes, el próximo puerto de recalada de Cristóbal Colón fue el de Mayagüez, en el oeste de Puerto Rico, el que, hace una década, se propuso levantar la estatua en su territorio para celebrar los Juegos Centroamericanos y del Caribe.
"Ésta vez se trató de crear una especie de alianza entre el sector público y privado para llevar a cabo la empresa. Pero primaron los desacuerdos, los juegos concluyeron y no se levantó ninguna estatua", dice Juan José Pérez.

Arecibo y Desecheo
Dos localidades parecen estar interesadas en poner fin al largo viaje del almirante.
Arecibo, en la costa norte puertorriqueña, quisiera instalar la descomunal estatua para convertir el municipio en un referente del turismo mundial.
Por otra parte, el parlamentario David Bonilla oficializó una petición para instalar el monumento en la pequeña isla de Desecheo, en la región occidental de Puerto Rico.
José Javier Pérez dijo que Desecheo está en la actualidad cerrada al público, ya que es un lugar donde la marina estadounidense acostumbraba a llevar a cabo maniobras militares.
El lugar es una reserva natural donde se hallan los arrecifes de coral más hermosos del continente.
"Sin embargo, el terreno está lleno de municiones sin explotar, lo que lo hace muy peligroso," dice el editor del periódico Nuevo Día.
"Para nosotros, es como ir a Galápagos. Hay que alquilar una embarcación para ir allí y es un sitio que no tiene ninguna infraestructura para atender turistas."
La otra cuestión, nada de despreciable, es cuánto costará en tiempo y dinero el ensamblaje de las 2.780 piezas que componen el monumento al almirante.

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