Si dividiera mi infancia en orden cronológico según los estuches que usé el resultado sería algo así: Dragon Ball, equipos de béisbol, bandas de rock y Dragon Ball otra vez. Todos de lata, claro, oxidados y con la actitud de haberse despertado hace diez minutos.
Todo eso podría haber sido diferente de haber existido el estuche de pez realista de Ito Manufacturing. Este hermoso ser muestra sus entrañas al ser abierto y provoca una reacción confusa, entre “oh!” y “puaj!”. Yo no como pescado porque no me gusta que me miren mientras como, así que no entiendo mucho, pero arduas investigaciones en buscadores de mala muerte han dado como resultado que es un ejemplar de Scomber Scombrus emigrado a Japón.
Gastarse 25 euros en un estuche puede sonar caprichoso, pero hay que tener en cuenta que te permite meter un lápiz de Pinocho y hacer la jugada completa. Vale, no es una ballena, pero para hacer la gracia sobra.
Y como me ha gustado mucho el nombre, voy a terminar esto repitiéndolo: Scomber Scombrus. Alguien debería grabar un corto usando sólo esas dos palabras.
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