El pastor de la iglesia asegura que Dios es su base fundamental y que el rock sólo es un gusto musical que comparten
Bogotá, Colombia.- Vestidos con ropa negra, largas melenas, tatuajes y piercings en diferentes partes de su cuerpo, botas militares y cinturones con taches o clavos metálicos, alrededor de 50 hombres y mujeres de distintas edades se reúnen cada sábado en la noche a orar y escuchar la prédica del pastor de la comunidad "Pantokrator", una iglesia cristiana evangélica o protestante ubicada en Bosa, un barrio popular al sur de Bogotá.
El servicio religioso se lleva a cabo en el segundo piso de una casa, arriba de un almacén que vende pinturas. Se inicia con una reflexión, y minutos después el sonido estridente de la guitarra eléctrica, el bajo y la batería rompe el silencio de la habitación y estremece la cuadra entera.
Se entonan alabanzas a Dios a ritmo de heavy metal o rock pesado, música que sectores conservadores tildan de satánica y asocian con prácticas paganas.
"No somos una iglesia metalera. Somos cristianos con un gusto musical especial", fue lo primero que advirtió el pastor Cristian González durante una entrevista en el preludio de la ceremonia.
El religioso aludía a las "iglesias metaleras" populares en Estados Unidos, las cuales giran en torno a la música. Pero en la iglesia de Bogotá, asegura, la razón de ser es Dios, no la música.
González, de 31 años, fundó la iglesia en junio de 2003. Se cree que es única en América Latina.
A "Pantokrator" no sólo asisten personas afectas al metal, acuden, también, miembros de otras culturas urbanas y gente común, incluidos cinco niños pequeños que corretean por el salón de unos 70 metros cuadrados, de paredes blancas y decorado por cortinas negras y extrañas grafías.
En una esquina del recinto, una vitrina con golosinas, empanadas y una botella de refresco es testigo silencioso del momento más "heavy" o pesado del culto: algunos de los participantes hacen a un lado las sillas blancas de plástico y se lanzan desaforadamente al centro del salón para saltar y chocar entre sí.
En Colombia a esto se le conoce como "pogo" o "slam", un baile practicado por algunas culturas urbanas como los punk, los hardcore y, por supuesto, los metaleros, en el que usualmente la gente sale lastimada.
Sin embargo, González niega que esto suceda en su iglesia. "Ninguna persona sale herida porque la idea no es agredir al otro", comenta.
Precisamente, prácticas como estas son objeto de crítica por parte de altos jerarcas de diferentes iglesias.
"Ahí hay una exageración (en iglesias como 'Pantokrator') con la que difícilmente se puede comulgar o estar de acuerdo", sostuvo Monseñor Fabián Marulanda, uno de los líderes más respetados de la Iglesia Cristiana Católica en Colombia.
"Nosotros en la Iglesia (Católica) hemos querido que la liturgia sea muy digna; que las expresiones no sean desbordadas. La liturgia misma exige esa seriedad y esa sobriedad".
Representantes de la iglesia cristiana evangélica, por otra parte, no ponen en duda la experiencia de Dios que puedan tener los asistentes, en su mayoría jóvenes, a este tipo de servicios religiosos, pero dicen que los mensajes transmitidos pueden ser confusos y poco ajustados a la escritura bíblica.
"Muchas veces el mensaje del evangelio es diluido precisamente a través de prácticas y clichés de la nueva ola cristiana", detalló el pastor Daniel Lancheros, guía de la comunidad "Cristo Rey", una iglesia protestante tradicional con sede en Bogotá.
En su opinión, lo que es preocupante, es que las personas acuden a iglesias como 'Pantokrator' sólo por su tendencia musical.
"El rock no es nuestra base fundamental, nuestra base fundamental de vida se llama Cristo Jesús", dijo González, al ser consultado sobre el papel que dentro de "Pantokrator" juega la cultura metal.
Con el pastor concuerda Ana María Cabrera, de 21 años, feligresa y guitarrista.
"(En la iglesia) he aprendido a conocer a ese amigo fiel que no te suelta la mano; a ese Dios cercano. Eso es lo que más vale, independiente de la pinta y de la música", afirma.
"Este lugar está lleno de alegría, no de oscuridad", agrega la joven de figura estilizada y sensual, maquillada delicadamente por uno de sus compañeros de culto.
Durante el servicio, de unas dos horas, los asistentes, que afirman no consumir alcohol, drogas ni fumar, alzan sus manos constantemente y se arrodillan bañados en lágrimas.
En Colombia se calcula que, aproximadamente, el 80 por ciento de su población es cristiana católica y el restante 20 por ciento se divide en partes iguales entre la iglesia cristiana evangélica y otras religiones.
González añade que si Jesucristo viviera hoy no sería ni guerrillero ni metalero.
"Si Jesús estuviera presente aceptaría a todo el mundo sin hacer distinción y sin menospreciar a ninguna persona", concluye.
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