lunes, 14 de noviembre de 2011

Lo que más fastidia al viajar

México, DF.- Sentir que alguien te mueve el asiento o que el vecino del lugar de a lado invade tu espacio personal para apropiarse de los respaldos fueron las dos conductas más mencionadas en una encuesta de la guía de viaje Lonely Planet que realizó entre sus lectores para detectar qué es lo que más les molesta de los viajes en avión.
El sondeo, en el que participaron 5 mil 800 personas, incluyó quejas sobre olores desagradables, ruido excesivo y comportamiento insensato en relación con el equipaje de mano, que por ser muy voluminoso puede obstaculizar el abordaje y la salida.
En esta edición consultamos a cuatro expertos en viajes y etiqueta, y les preguntamos a nuestros seguidores en Twitter sobre qué hace que la experiencia de volar se convierta a veces en un desastre.
Cómo hacer más soportable un vuelo de varias horas encerrado en un tubo a 10 kilómetros de altura. Eso es lo que quisimos averiguar en estos tiempos de viajes masivos, en los que cerca de 940 millones de personas realizan vuelos internacionales cada año.
Con semejante cantidad de gente viajando de un país a otro (sin contar con quienes se desplazan localmente), no es de todos los días encontrar espacio suficiente para relajarse dentro de un avión y realmente disfrutar un vuelo. No, sobre todo cuando escasamente se pueden mover los brazos sin golpear al vecino del asiento del lado.
Sería de suponer que la paz se halla lejos de las multitudes, en las cabinas de clases superiores de las aerolíneas, donde los viajeros están menos apretados que en la popular económica o turista.
No obstante, ni esos espacios se salvan, en ocasiones, de escenas desagradables, como la de dos pasajeros de clase ejecutiva que en un vuelo entre Europa y Colombia se lanzaron a los golpes.
"Ambos estaban pasados de tragos y uno de ellos se molestó porque el de atrás empujaba su asiento. Se dieron puñetazos y el capitán tuvo que salir de su cabina a separarlos", recuerda Carmen Otero, directora de ventas internacionales y relaciones públicas del hotel Sofitel Cartagena Santa Clara.

Convivir en poco espacio
"Algunas personas exageran el consumo de alcohol y resulta que un borracho en un viaje de 12 horas es muy molesto", asegura Mario Leite, gerente del hotel Sofitel Victoria Regia, en Bogotá, para quien otro comportamiento que refleja falta de educación se produce con frecuencia después del aterrizaje.
"No es cortés salir como ganado, tomar sus cosas y bloquear el pasillo, pues no hay respeto por el turno de salida", añade.
Según Diana Neira, consultora de imagen, etiqueta, protocolo y relaciones públicas, lo más importante al volar es ponerse en los zapatos del otro: "No hacer nada que a uno no le gusta que le hagan".
La recomendación es elemental, pero no siempre es puesta en práctica. De acuerdo con la experta en etiqueta, una conducta molesta muy común es la de aquellas personas que se quitan los zapatos, sin tener en cuenta si los calcetines están rotos o si huelen feo. "Hay que pensar en los demás", aconseja Neira.
"Quitarse los zapatos es una informalidad con alguien que no conoces, y que no siempre es bienvenida. En esos casos se pueden usar calcetines especiales que sirven para caminar por el avión", observa Marcelo Peláez, director de Prestige Programs, una marca de buen viajar que tiene su línea de hoteles boutique.
La convivencia en espacios reducidos, como los de los aviones, no es fácil, y a ella no ayudan quienes ocupan demasiado espacio con bolsas de compras; el vecino de asiento que no se bañó ni la mujer que parece haber tomado una ducha con perfume. Tampoco, los padres complacientes que permiten que sus hijos molesten a otros pasajeros.
Neira recomienda llevar libros y juegos para mantener distraídos a los niños, y, también, ser amable si una señora tiene problemas con sus hijos que no paran de llorar. "No hay que ser agresivos", advierte.
En la capacidad de ponerse en el lugar del otro, resume, está la diferencia entre tener un vuelo sin complicaciones y pasar algunas horas muy desagradables, encerrado en un tubo a 10 kilómetros de altura, de donde no hay cómo escaparse.

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