Sabido es que destrozar o tirar al piso algo, ya sea una TV, platos, lo que haya arriba de un escritorio, o una biblioteca llena de libros, libera tensiones y es una gran terapia cuando se está estresado. Tanto es así que a lo largo y ancho del mundo hay organizaciones que funcionan con el único propósito de brindarles a quienes se sientan frustrados por alguna razón la posibilidad descargar su ira e impotencia con los más diversos objetos.
Una de ellas es The Destruction Company, un exclusivo club privado de New Jersey, EE.UU. que permite a sus ricos miembros destruir lo que se les ocurra. La "Compañía" funciona en una galpón secreto al que sólo tiene acceso un selecto grupo de ciudadanos adinerados y donde, pueden desquitar su furia con los objetos que más les desagradan, desde computadoras y pantallas de LCD hasta automóviles y pianos.
Así, por una cuota anual cuyo valor es confidencial, más el costo de lo que quieran romper, los exéntricos ricachones pueden darse el lujo de hacer añicos objetos que la mayoría de los mortales cuidaría toda su vida: valiosos jarrones, raros instrumentos musicales, caras motos y modernas heladeras figuran en el catálogo de artículos.
Pero como todo club, hay reglas: no se admiten armas de fuego y no se les permite a los miembros consumir alcohol ni drogas el mismo día de su "pelea" con el objeto a destruir. En cambio sí pueden utilizar martillos, masas, hachas, bates o sus propias manos.
Mientras algunos consideran al Club como una ostentación y desperdicio de dinero, los administradores dicen que es una mejor manera de gastar unos billetes que derrocharlos en bares nocturnos. Y aclaran que The Destruction Company no es una organización que promueva la violencia, sino una experiencia liberadora de los objetos de los que somos esclavos.
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