Hace cinco grados bajo cero en la región rusa de Murmansk, cerca del Círculo Polar Ártico. Natalia Asveenko termina sus ejercicios de meditación y se zambulle desnuda en las gélidas aguas del Mar Blanco.
Esta rusa de 36 años se metió en las profundidades para tener un encuentro cercano con belugas, especie de cetáceo de la familia de los delfines.
A pesar la temperatura del agua -2º bajo cero-, se sumergió sin ninguna protección.
Asveenko es campeona mundial de apnea, como se conoce a la suspensión de la respiración dentro del agua, a la que también se le llama buceo libre o a pulmón.
Además es profesora de yoga y meditación, disciplinas que utiliza para controlar su respiración bajo el agua. Como contó, "la idea era ampliar nuestros límites, redefinirlos. Quería nadar bajo el hielo del círculo polar".
El objetivo de la experiencia era filmar un video sobre el buceo libre y, según dice Avseenko, "comprobar la teoría de que las belugas y los delfines tienen una especie de radar que registra las ondas de los humanos bajo el agua y ver cómo esto afecta su comportamiento".
¿Por qué lo hizo desnuda? "Quería estar en la misma condición que las belugas, hacerme amiga de ellas. Quería que fuéramos iguales. Los humanos no somos los reyes del universo. Tenemos que vivir en armonía con nuestro planeta y con la naturaleza. Ellas son vulnerables frente a los humanos y yo también quise ser vulnerable", cuenta.
Para vivir la experiencia pura, los científicos que la acompañaron le pidieron que probara tres variantes. Primero se metió con traje de neopreno y luego con bikini. "Cuando me metí con traje las belugas se sentían cómodas, jugaban conmigo. Y en bikini me sentí más cómoda que sin ropa, menos vulnerable".
Curativas
Pero Avseenko creía que tenía que encontrarse con ellas sin ninguna protección. Había oído que "cuando las belugas ven a una persona vulnerable intentan ayudarla", y quería comprobar que era cierto.
"Cuando entré al agua desnuda mi sangre se llenó de adrenalina y las belugas lo sintieron. Al principio parecían asustadas, se sorprendieron al percibir que yo estaba en shock, porque ya me conocían. Pero luego, cuando vieron que tenía frío, se me acercaron, querían ayudarme. Me tocaban y trataban de llevarme a la superficie".
Pasó 12 inolvidables minutos con las ballenas, aunque no seguidos. Cada 3 o 4 minutos de apnea, subía a la superficie. "Me sentí muy agradecida", dice.
Y, considerando la experiencia a través del prisma de sus creencias, Avseenko concluyó que "las belugas sienten la energía del humano y si perciben algún bloqueo en el flujo de energía tratan de sanarlo. Cambian a las personas".
"Nadar con delfines y belugas activa a las personas. La mayoría de la gente vive de manera automática, sin prestarle atención a su conciencia. La experiencia te cambia, te hace más abierto, te hace sentir que tu vida tendrá muchos cambios. Aprecias más la naturaleza", opina.
A pesar de que las belugas con las que nadó serán trasladadas a un oceanario en China, Avseenko no está de acuerdo con el uso de animales para fines de entretenimiento.
Y, aunque una persona no preparada puede morir en minutos bajo esas condiciones, Avseenko dijo que cualquiera puede hacer lo que ella hizo. "Intento resaltar la idea de armonía en el mundo, la idea de no tener miedo, ser fuertes, abiertos al mundo y a la naturaleza".
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