jueves, 28 de julio de 2011

El día en que una segunda luna brilló en el firmamento

El 30 de Abril del año 1006 una luz iluminó la noche del firmamento como sólo la Luna había hecho hasta entonces. El hecho fue descrito a lo largo y ancho de todo el planeta, desde China hasta Europa. Todos coinciden en los mismos datos: un gran círculo de luz unas tres veces mayor que Venus y situado en la constelación del Lobo, entre las constelaciones de Centauro y Escorpión.
A día de hoy cuesta imaginarse algo en el firmamento que brille varias veces más que Venus. De hecho, incluso desplazándonos lejos de toda contaminación lumínica y observando el cielo nocturno, todas las estrellas que podamos señalar brillarán notablemente menos que los reflejos de Venus y Marte, y por supuesto muchísimo menos que el reflejo de la Luna.
Ante todo, hemos de ser conscientes de que la luz / brillo que percibimos de los cuerpos celestes desde la superficie de la Tierra no está únicamente relacionado con su brillo real o la cantidad de energía que emiten los cuerpos. Por ello, únicamente podemos hablar de lo que se conoce como magnitud aparente, que al final es lo que realmente nos importa de cara a clasificar los cuerpos más brillantes del firmamento.
Los griegos ya agrupaban las estrellas visibles en 6 magnitudes distintas, perteneciendo las estrellas más brillantes al grupo de magnitud +1 y las menos brillantes al grupo +6.
En 1856, Norman Pogson retomó esta escala griega y formalizó el sistema con el fin de darle un uso científico. Para ello, estableció como estrella de referencia a Polaris con una magnitud +2. Luego, determinó que una estrella de magnitud +1 brillaba 100 veces más que una estrella de magnitud +6.Este sistema ha sido mejorado con los años, y además de cambiar la estrella de referencia a Vega (por su mayor regularidad), a él se ha añadido cualquier cuerpo celeste.
Para hacerlo viable han tenido que añadirse magnitudes negativas para los objetos realmente brillantes, como Venus (-4,4), la Luna llena (-12,6), el Sol (-26,8) o Sirio (-1,5), la estrella más brillante.
Ahora volvamos a aquel destello extremadamente brillante que apareció en el firmamento en la primavera de 1006. Según las estimaciones actuales, basadas en todas las observaciones registradas del hecho, la magnitud aparente máxima del evento estuvo cerca de -7.5.
El astrónomo egipcio Ali Ibn Ridwan llegó a afirmar que su intensidad equivalía a la de una pequeña Luna, y que el cielo brillaba por su culpa. Los monjes de la Abadía de San Galo, en Suiza, escribieron cómo este brillo se mantuvo en los cielos durante más de 3 meses.
Durante todo este tiempo, la luz no se alejó del horizonte, y tenía un comportamiento que no era comparable al de ningún otro cuerpo celeste. El brillo no era constante, a veces el cuerpo se contraía, y horas después se difuminaba e incluso llegaba a desaparecer, pero afirman que en sus momentos de mayor intensidad, era capaz de proyectar sombras tan visibles como las proyectadas por una Luna llena.
Pero, ¿qué fue aquel brillo de la primavera de 1006? En su momento varios astrólogos lo asociaron como un anuncio de una época de hambruna y guerra, algo con lo que era difícil fallar dado lo agitada de la historia a comienzos del siglo XI.
Pero la verdad es que esto se mantuvo como un completo misterio hasta 1965, cuando Doug Milne y Frank Gardner encontraron evidencias para explicar aquel brillo.En el lugar donde se había descrito el gran brillo encontraron un remanente de supernova, o lo que es lo mismo, la estructura nebulosa resultante tras la explosión de una estrella como supernova.
Estos datos han sido ratificados por varios estudios posteriores, que detectaron una gran cantidad de energía del remanente en forma de rayos gamma. Aquel acontecimiento de la primavera de 1006 ha pasado a denominarse la supernova SN 1006. Una supernova a una distancia de 7.200 años luz de la Tierra cuya magnitud aparente la convierte en el evento estelar más intenso del que se tiene registro a lo largo de la historia.

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