domingo, 15 de enero de 2012

Objetos perdidos que fueron encontrados

Artículos que se creían totalmente extraviados, logran regresar con sus dueños; en algunos casos, después de muchos años

Sin importar si es por descuido, robo o incluso accidente, todos hemos perdido algo en nuestra vida, y cómo nos sintamos por esa pérdida, depende mucho del objeto que ya no se encuentre en nuestras manos.
Es común que tras realizar una búsqueda exhaustiva del objeto perdido y no encontrarlo, se dé por definitiva la pérdida, pero no en todos los casos es así, muchas cosas llegan a ser recuperadas incluso a través de los años, devolviendo la felicidad a las personas que más allá de un valor económico, le dan un valor sentimental a sus posesiones.
El sitio listverse.com y De10.mx publicaron una lista con varios casos en que objetos perdidos lograron reencontrarse con sus propietarios, principalmente, gracias a la amabilidad de terceras personas.

1. El anillo de Jesse Mattos. En 1938, a los 18 años de edad, Mattos perdió su anillo de graduación cuando por accidente lo tiró en un inodoro del trabajo. Ahora a sus 90 años de edad, se le puede ver luciendo con orgullo su viejo anillo, así lo indica el sitio telegraph.co.uk.
El anillo fue encontrado a 320 kilómetros de distancia en una alcantarilla por el trabajador sanitario, Tony Congi, quien estudió en la misma escuela en 1976 y reconoció el escudo.
La argolla lleva grabadas las iniciales de Mattos, JTM, y Congi después de limpiar el anillo pudo verlas junto con el año de la generación, por lo que buscó en el anuario de ese año a las personas que pudieran llevar dichas iniciales, dando directamente con Mattos, a quien le devolvió el anillo.

2. El cuadro del portero. Un humilde portero de Nueva York, Franklin Puentes, encontró un día el cuadro de una niña pequeña entre los arbustos del edificio donde laboraba. Pensando que la pintura pertenecía a uno de los inquilinos del edificio, decidió guardarlo hasta encontrar a su legítimo dueño.
Como el cuadro no fue reclamado, Puentes se llevó el cuadro a casa, pensando que probablemente alguien había tirado la pintura. Al contar a sus amigos sobre el cuadro, le sugirieron que investigara en internet sobre el cuadro para resolver el misterio, y fue así como se enteró que se trataba de un retrato del famoso artista Jean-Baptiste Camille Corot, y que estaba valuado en 1.3 millones de dólares.
Como indica el sitio arcadja.com, un mensajero borracho, llevaba la obra a un posible comprador en el hotel The Mark, pero lo perdió de regreso a la galería. Los cargos penales en contra del mensajero, ayudaron a Puentes a encontrar la información necesaria en línea y así entregar la pintura a la policía.

3. El cuaderno de Guillermo del Toro. Entre las posesiones más preciadas del cineasta mexicano, se encuentra un diario forrado en piel que lleva consigo en todo momento. En él dibuja todos sus bocetos y escribe las ideas para sus próximas películas, entre las cuales se encuentran datos importantes para la realización de El Laberinto del Fauno.
Una noche al bajar de un taxi, Del Toro olvidó su diario en el vehículo, pero tiempo después el taxista se percató del objeto olvidado, el cual tenía un pedazo de papel con el logotipo del hotel, que al reconocerlo, regresó para devolverlo. El director de cine estaba tan contento de que el taxista hubiera regresado para entregarle el diario, que le dio una recompensa de 900 dólares.

4. Exposición de cosas perdidas. El director creativo de la KK Galery Outlet de Londres, tuvo la idea de hacer una exposición de arte con objetos perdidos en el metro de Londres. Tras su búsqueda por los tres pisos de cosas perdidas, no encontró mucho arte para elegir, pues los estantes estaban literalmente llenos de carteras, algunos dibujos y pocas pinturas.
Entre las pocas obras reunidas, se encontraba el retrato de un niño, el cual había sido olvidado en el metro por su autor, quien en búsqueda de que su cuadro fuera aceptado en alguna galería, lo extravió en uno de los vagones.
Gracias a la exposición, la pintura que había sido rechazada por varias galerías, encontró el lugar adecuado para ser apreciada por el público y además, pudo reunirse de nuevo con su autor. Otros dos artistas lograron reunirse con su obra.

5. Jinete de Kaufmann. En 1956, una inundación afectó Fallingwater, lugar donde se encuentra la colección de arte de Kaufmann, de la que muchas de sus esculturas que se encontraban al aire libre, fueron arrastradas.
Gran parte de la colección fue recuperada, pero lo único que se pudo hallar de El Jinete, fue una pequeña parte del cuarto trasero derecho.
En 2009, el guía turístico de Fallingwater, Seth Weible, estaba explorando como a un kilómetro y medio de la zona en su tiempo libre y descubrió una figura extraña que salía de la tierra. Solicitó permiso para excavar el sitio y fue así como se encontró el resto del cuarto trasero derecho del jinete. Este cuarto trasero derecho es todavía lo único que queda de la escultura original, pero hay dos replicas de la escultura en dos galerías distintas.

6. Vestido tradicional. Los atuendos ceremoniales de una de las tribus aborígenes de Canadá, son confeccionados exclusivamente para la niña después de que ella misma sueña cómo debería ser su diseño. Ceilidh Evans tenía siete años cuando soñó su vestido rosa con cintas de arco iris y cascabeles que suenan al bailar las ceremonias, el cual su madre confeccionó para hacerlo realidad.
El vestido fue heredado a varios miembros de la familia, hasta que finalmente se almacenó en un armario, al menos eso creía la familia Evans, pues en realidad, el vestido se vendió por accidente en una venta de garage, por lo que al darse cuenta, la familia pensó que había perdido su herencia.
La madre de Evans solicitó ayuda a amigos y conocidos para poder encontrar la prenda de nuevo y fue por medio de correo electrónico que una mujer reconoció el vestido que sus padres habían comprado a su nieta años atrás. La herencia familiar fue enviada por correo a sus dueños originales.

7. La colección de arte de William Kingsland. Miembro respetado de la comunidad artística de Manhattan, Kingsland fue un hombre un tanto misterioso. Aunque fue muy querido por las personas que lo conocieron personalmente, nadie sabía mucho sobre su vida personal, más allá de sus actividades intelectuales y de su afición al coleccionismo de arte.
El coleccionista falleció en 2006 sin dejar herederos, por lo que sus bienes fueron confiscados por el estado de Nueva York, el cual comenzó los arreglos para subastar su colección de arte. Fue entonces cuando la vida secreta de Kingsland salió a la luz.  La razón por la que no se le conocían herederos fue porque ese no era su verdadero nombre.
Nació en Melvyn Kohn, en el Bronx. No cambió su nombre de manera oficial, pero adoptó el de William Kingsland, para asumir una vida como coleccionista de arte y adaptarse a la alta sociedad de Nueva York.
Antes de la subasta de arte, funcionarios visitaron su departamento para hacer un registro y catálogo de la colección y encontraron una gran cantidad de obras invaluables, entre las cuales se encontraban dibujos, pinturas y bocetos de artistas como Picasso, Toulouse-Loutrec, Copley y otras más.
Muchas de esas piezas fueron obtenidas de forma ilegal, aunque no se sabe si Kingsland estuvo involucrado en el robo de las obras o sin saberlo, compró las piezas a vendedores de dudosa reputación. Las obras se devolvieron a sus legítimos dueños, pero debido al gran número de piezas de arte ilegales, más de trescientas permanecen bajo resguardo del FBI para encontrar a sus dueños.

8. La moneda de Childer. El presidente Teddy Roosevelt, presentó en 1907 una moneda de oro al primer presidente de Panamá, Manuel Amador Guerrero. La moneda de 20 dólares es conocida como la Saint Gaudens Double Eagle de alto relieve y su valor se disparó debido a que su producción fue limitada a 12 mil monedas por su complejo diseño.
Actualmente una de estas monedas puede valer entre 50 mil a 90 mil dólares, pero la moneda que fue presentada al primer presidente panameño, posee un valor más sentimental, ya que se convirtió en una reliquia de la familia, pasando de un miembro a otro durante 90 años.
Un robo a la casa en 1997, motivó a Tere Claiborne a guardar la moneda en una caja de seguridad para que la familia nunca perdiera el objeto. Desafortunadamente, Claiborne, perdió los papeles de la caja de seguridad y nunca mencionó tener una.
Cuando ella murió y nadie reclamó la caja, su contenido fue enviado al Capitolio del estado, hasta que su hija, Phyllis Childer, quien recordaba la existencia de la moneda, tras no encontrarla entre las pertenencias de su madre, se enteró de la caja de seguridad y reclamó la propiedad que había estado en la familia durante casi un siglo.

9. Fotografía familiar. El sitio deadfred.com es un servicio gratuito de genealogía, en el que los usuarios pueden subir una fotografía antigua con la idea de que sea devuelta a su familia. Así fue como Mae Sadler, pudo obtener una foto de ella cuando apenas tenía 5 semanas de edad, en la cual aparece con su madre.
La fotografía fue encontrada en un mercado de pulgas por un usuario del sitio, el cual publicó la imagen. Cuando las fotos se suben al sitio, el usuario puede proporcionar toda la información como que desee y este fue el caso, pues al reverso de la foto estaba escrito el nombre de la madre de Sadler, el cual no dudó en publicar.
Al realizar una búsqueda de su apellido en internet, Sadler se encontró con la imagen en línea. Debido que es descendiente directo, DeadFred le entregó la fotografía.

10. El libro de oración de Ted Mogil. En 1942, un libro militar de oraciones le fue otorgado a Ted Mogil antes de ser embarcado hacia el pacífico sur. Era el único hombre judío en su regimiento, por lo que generó un fuerte vínculo con el libro, pues era el único enlace con su herencia judía.
Durante su lucha en la Segunda Guerra Mundial, mantuvo el libro en el bolsillo izquierdo de la camisa. Al finalizar la guerra se casó con su novia de la infancia y dejó su natal Nebraska.
Fue sesenta y siete años más tarde, cuando un niño de Nebraska con doce años de edad, Will Beach, en una venta de libros usados, encontró el viejo libro, pero en buenas condiciones, con el nombre de Mogil escrito dentro de su cubierta.
Utilizando el dinero que ahorró por cortar el césped, el niño compró el libro y después de buscar en internet, finalmente encontró y devolvió el libro a Mogil, que para entonces vivía en Washington.

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