Bogotá, Colombia.- Hace seis años, María Cuervo, de 41 años, sufrió quemaduras de cuarto a sexto grado por un ácido que le perforó hasta el hueso. Hoy, son las miradas y actitudes despectivas de la gente las que más acentúan su calvario.
"Con la mirada y la actitud, la hacen sentirse a una peor de lo que está físicamente", confesó.
María fue atacada por un desconocido un 8 de marzo, lo recuerda bien, cuando paradójicamente se celebraba el Día de la Mujer, y desde entonces ha sido sometida a más de 50 cirugías.
Tras el ataque, le tenía pánico a los espejos y prefirió, con una súplica, que los quitaran de su casa, donde se enclaustró durante un año hasta que pudo volver a verse reflejada en uno.
Fue en su familia que María encontró el apoyo necesario para levantarse, y en sus hijas, la motivación y las fuerzas para seguir adelante.
A la fecha no tiene claro quién pudo haber perpetrado el ataque y por tanto reina impunidad en su caso. Además del dolor físico que le produjeron las heridas y la discriminación que enfrenta, debe convivir con el temor a que el agresor siga libre.
El de María es apenas uno de muchos casos de mujeres quemadas con ácido que han salido a la luz en Colombia, para los cuales en su mayoría reina impunidad y desamparo laboral.
El más recordado, porque atrajo los reflectores el año pasado, fue el de María Fernanda Núñez, una joven de la norteña ciudad de Cúcuta quemada con ácido en la cara en vísperas de la final de un certamen de belleza en el que contendía.
Este año, medios locales empezaron a ventilar casos menos conocidos y más graves que el de Núñez, quien 15 días después del atentado ya mostraba una notoria recuperación. La revista Gente recopiló en su edición de noviembre los casos de 20 mujeres, aunque no existe una cifra oficial.
"Afortunadamente sus quemaduras fueron más superficiales que las que nosotros hemos tenido", dijo María Cuervo.
Otra víctima es Érica Vanegas, de 19 años, quemada en 2008 por órdenes de un ex novio obsesivo, ocho años mayor, quien no se resignó a perderla y quiso vengarse.
Érica no le prestó demasiada importancia cuando el sujeto la amenazó, hasta que un día, mientras charlaba con sus amigas a las puertas de su casa, un niño se le acercó y le arrojó el ácido en la cara.
El ex novio, autor intelectual del atentado, fue capturado y confesó el crimen, pero el delito de lesiones personales que se le imputó es excarcelable y salió libre.
Por ello, Gina Potes, de 35 años, quemada con ácido a los 20, urge a endurecer las penas para este tipo de agresiones.
"Una lesión personal es como si le dieran una simple cachetada a otra persona, pero esto es algo diferente, porque también afecta a la familia", dijo Gina a REFORMA.
Cuando se produjo el ataque, hace 15 años, a Gina le tocó salir del barrio en el sur de Bogotá donde vivía porque el agresor amenazó a su familia con hacerles daño de nuevo si denunciaban el caso.
Desde entonces, el calvario de Gina, quien tiene tres hijos, ha sido un peregrinar por la burocracia de su compañía de seguros, pues le han practicado 24 cirugías, y ante la indolencia de las autoridades.
"Me ha tocado sola, el Estado no ha hecho nada, nadie hace nada, a nadie le interesa nada", lamentó Gina tras tocar puertas en vano en la Fiscalía, la Personería (ombudsman) y la misma Presidencia. "Todo mundo se echa la pelota y nadie hace nada; es lo que más me duele y ofende".
Entre impunidad y estereotipos
La impunidad tras los ataques a mujeres con ácido en Colombia es parte de un problema más amplio, advierten expertos.
"La impunidad no es nueva. En Colombia y otros países de América Latina, con respecto al feminicidio y las violaciones, es persistente. Todavía hay muchos violadores en libertad", dijo Florence Thomas, sicóloga y coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional.
Según el informe pericial Forensis, 78 por ciento de las víctimas de violencia intrafamiliar en la nación son mujeres.
En 2010 fueron agredidas de múltiples formas 51 mil 182 de ellas y en 70.2 por ciento de los casos el presunto agresor fue su compañero permanente, esposo o novio.
Además, el culto a la belleza femenina está en el imaginario de los agresores y acentúa el drama y la estigmatización de las víctimas. "Atentan directamente contra su belleza, su cara, su estética", afirmó Thomas.
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