
Según afirma la señora, las cenizas tienen sabor a “huevos podrido, arena y papel de lija” y sin embargo le resulta tan sabrosa que no puede parar.
Y así va la cosa, por el momento parece ser que ya se ha merendado un cuarto del tarro mientras acude a terapias en busca de una solución para sus nuevos gustos.
¿Será amor, será gula? Lo único seguro es que el marido probablemente jamás imaginó donde reposarían sus restos.
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